La enfermedad de Newcastle es una grave amenaza para las parvadas comerciales en América Latina

La enfermedad de Newcastle continúa siendo motivo de seria preocupación en la industria avícola latinoamericana, como una amenaza capaz de diezmar a las parvadas, a menos que los productores estén alerta en sus esfuerzos de control. Algunos países de la región como México, Venezuela, Colombia y Ecuador, están expuestos a la forma altamente virulenta o “velogénica” de esta enfermedad.

Los pollos afectados por la enfermedad de Newcastle pueden estar severamente deprimidos y débiles.
Los pollos afectados por la enfermedad de Newcastle pueden estar severamente deprimidos y débiles.

La enfermedad de Newcastle continúa siendo motivo de seria preocupación en la industria avícola latinoamericana, como una amenaza capaz de diezmar a las parvadas, a menos de que los productores estén alerta en sus esfuerzos de control.

En su forma más benigna, la enfermedad de Newcastle por lo general causa problemas respiratorios que interfieren con el rendimiento de las parvadas e incluso algunas desarrollan infecciones bacterianas secundarias, aunque la mortalidad no sea significativa. Las manifestaciones respiratorias son: estornudo, descarga nasal e inflamación de los tejidos alrededor de los ojos y en el cuello.

Sin embargo, algunos países de la región como México, Venezuela, Colombia y Ecuador, están expuestos a la forma altamente virulenta o “velogénica” de esta enfermedad. En las aves no vacunadas la morbilidad es alta y la mortalidad puede llegar al 100%, lo que literalmente elimina a las parvadas.

Se pueden presentar también signos nerviosos como temblores musculares, alas caídas, aves que caminan en círculos, torsión de la cabeza o parálisis completa, además de signos digestivos como diarrea verdosa y acuosa. En gallinas ponedoras, la enfermedad causa una caída parcial o completa de la postura, o bien la producción de huevos con cascarón delgado o en fárfara.

Tratamiento contra la enfermedad de Newcastle 

No existe ningún tratamiento contra la enfermedad de Newcastle y una vez que se ha presentado un brote es difícil y costosa la erradicación del virus que la causa. El virus se disemina mediante las deyecciones y también a través de las secreciones de la parte superior del sistema respiratorio y los ojos de las aves infectadas. Se puede transmitir además de parvada a parvada mediante objetos como zapatos, ropa y equipo.

Este virus es tenaz, puede sobrevivir durante varias semanas en clima tibio y húmedo, permaneciendo en las plumas de las aves. No obstante, es sensible a desinfectantes, fumigantes y a la luz del sol.

La protección de las parvadas contra los efectos devastadores de la enfermedad de Newcastle se logra mediante vacunación y bioseguridad.

Tradicionalmente se han utilizado vacunas vivas atenuadas o una combinación de vacunas vivas atenuadas e inactivadas (vivas y muertas) del virus de la enfermedad de Newcastle. El régimen exacto varía dependiendo de las necesidades de la parvada y está relacionado con el nivel local de desafío. Para pollos de engorde, un ejemplo podría ser una vacuna de virus vivo administrada mediante aspersión con gota gruesa al día de edad, seguida de una vacunación en el campo. 

Desafíos vacunales 

Cuando se trata de parvadas grandes, es difícil vacunar a todas las aves uniformemente, de tal manera que algunas pueden quedar desprotegidas. Las vacunas de Newcastle elaboradas con virus vivo también pueden interferir con las vacunas contra otras enfermedades respiratorias, particularmente la bronquitis infecciosa. Cuando estas dos vacunas se suministran juntas, compiten por los mismos sitios receptores en la tráquea, lo que puede afectar el desarrollo de la inmunidad. Lo ideal es proveer las vacunas respiratorias por separado, aunque en pollos de engorde esto puede ser difícil pues su vida es muy corta. Además, la presencia de niveles elevados de anticuerpos maternales contra la enfermedad de Newcastle puede interferir con la eficacia de las vacunas vivas atenuadas, por lo que se requiere de la revacunación. También hay que recordar que las vacunas vivas atenuadas se pueden diseminar en el campo, lo que puede dar origen a reacciones conocidas como “rodantes” o “en cadena”, capaces de complicarse con infecciones bacterianas secundarias que requieren tratamiento con antibióticos.

El uso de vacunas inactivadas contra la enfermedad de Newcastle requiere aplicación individual lo que aumenta los costos de vacunación y, además, puede producir reacciones locales en el sitio de la inyección.

Vacuna recombinante contra la enfermedad de Newcastle  

El control del Newcastle ahora será más fácil con el uso de una nueva vacuna recombinante, en la que se utiliza al virus herpes de pavo (HVT, por sus siglas en inglés) como vector de los antígenos inmunógenos del virus. Se sabe que el virus HVT es seguro para los pollos y también los protege contra la enfermedad de Marek, causada por un virus herpes y que genera tumores, alta mortalidad e inmunosupresión. Para la prevención contra el tipo muy virulento de la enfermedad de Marek se recomienda el uso de la vacuna recombinante que contiene la cepa SB-1 del virus herpes de pollo (serotipo 2). 

Una dosis de la vacuna recombinante contra la enfermedad de Newcastle se administra in ovo a los embriones de 18 días de incubación o al nacer, vía subcutánea. Además, en la planta de incubación se puede aplicar una vacuna viva convencional contra la enfermedad de Newcastle para proteger a las aves mientras desarrollan la inmunidad completa con la vacuna recombinante, aproximadamente a las 3 semanas de edad.

Las vacunas recombinantes contra la enfermedad de Newcastle no causan efectos colaterales, no interfieren con otras vacunas respiratorias ni se diseminan en el campo. Al eliminar la necesidad de vacunar en el campo, simplifican el manejo y los avicultores ahorran en costos de mano de obra.

No es adecuado realizar pruebas serológicas convencionales para revisar los niveles de anticuerpos contra la enfermedad de Newcastle cuando las parvadas se protegen con la vacuna recombinante, debido a que las pruebas de ELISA o inhibición de la hemaglutinación (HI) pueden resultar negativas o dar títulos muy bajos. Sin embargo, en las parvadas vacunadas con la vacuna recombinante, estas pruebas sí se pueden utilizar como un marcador para indicar cuando el virus de la enfermedad de Newcastle está circulando en el campo.

En algunas pruebas realizadas recientemente en una granja de gran tamaño de pollo de engorde en México, con aves de edades múltiples y en un área donde circula el virus velogénico de la enfermedad de Newcastle, se presentó menor mortalidad entre las parvadas que recibieron la vacuna recombinante y una vacuna viva contra la enfermedad de Newcastle, que en las aves que recibieron una combinación de vacunas vivas e inactivadas contra Newcastle.

En estudios previos diseñados para evaluar el establecimiento de la inmunidad contra la enfermedad de Newcastle en un área de alto desafío, se utilizaron pollos de engorde con niveles altos de anticuerpos maternales contra la enfermedad de Newcastle, que recibieron la vacuna recombinante al día de edad, además de una vacuna viva convencional. Estas aves, luego se desafiaron mediante gota ocular con la cepa Mexicana Chimalhuacán del virus de la enfermedad de Newcastle, que es de alta virulencia, aproximadamente cada 10 días, a partir de los 11 días y hasta los 41 días de edad. Las aves vacunadas con la vacuna recombinante y vacuna liofilizada a virus vivo estuvieron completamente protegidas ante el primer desafío, a los 11 días de vida. El grupo vacunado con la vacuna recombinante y una vacuna viva liofilizada contra la enfermedad de Newcastle mostró 70% de protección a los 11 días de edad. Todos los grupos estuvieron completamente protegidos ante los desafíos posteriores.

La bioseguridad es “vital”  

Independientemente de las vacunas que se utilicen, la bioseguridad sigue teniendo importancia vital si se desea controlar la enfermedad de Newcastle y si se quiere prevenir las importantes pérdidas que causa.

Por lo cual, se debe restringir la movilización de aves, equipo y herramientas de una granja a otra. Además, es necesario proporcionar ropa y calzado limpios a quienes visiten las granjas avícolas, debiendo ducharse tanto al entrar como al salir. Las cuadrillas de vacunadores no podrán entrar a una granja avícola si han estado en otra dentro de las 24 horas anteriores.

Siempre que sea posible, las llantas y toda la parte inferior de los vehículos que ingresen a los terrenos de la granja se deberán lavar y desinfectar.

La adopción de un sistema de manejo “todo dentro–todo fuera”, en el que las naves avícolas se laven y desinfecten, y además se cambie la cama entre parvadas, puede ayudar a prevenir y controlar la enfermedad de Newcastle. Las personas que vuelven a emplear la cama usada solo estarán reciclando al virus, por lo que la desinfección sola resulta inadecuada.

No se debe ingresar aves nuevas a la parvada a menos que se conozca su estado de salud. Entre tanto, es necesario proteger a las parvadas contra las aves silvestres, pues pueden ser portadoras del virus.

Además, es necesario prestar mucha atención al estado general de salud de las parvadas, particularmente con respecto a enfermedades respiratorias. Por ejemplo, las aves con bronquitis infecciosa son más susceptibles a los embates de la enfermedad de Newcastle.

La prevención y el control de la enfermedad de Newcastle requieren mucho trabajo, pero las pérdidas ocasionadas por el virus velogénico de esta enfermedad pueden ser mucho más costosas. 

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