Integridad intestinal en aves

El término "integridad intestinal" se refiere al desarrollo completo, macroscópico y microscópico, a la integridad ininterrumpida y al funcionamiento normal del tubo intestinal. La integridad intestinal óptima, desde el nacimiento hasta el final del ciclo productivo, es esencial para obtener el máximo potencial genético de crecimiento y utilización del alimento de las aves.

Exceso de partículas de alimento no digerido en las excretas de pollos de engorda, una observación frecuente en enteritis o síndromes de mala digestión o de mala absorción y una indicación de mala integridad intestinal.
Exceso de partículas de alimento no digerido en las excretas de pollos de engorda, una observación frecuente en enteritis o síndromes de mala digestión o de mala absorción y una indicación de mala integridad intestinal.

El término "integridad intestinal" se refiere al desarrollo completo, macroscópico y microscópico, a la integridad ininterrumpida y al funcionamiento normal del tubo intestinal. La integridad intestinal óptima, desde el nacimiento hasta el final del ciclo productivo, es esencial para obtener el máximo potencial genético de crecimiento y utilización del alimento de las aves. Es por esto que es necesario estimular un desarrollo temprano, íntegro y completo del aparato gastrointestinal, glándulas y órganos anexos para maximizar la digestión y absorción de nutrientes y en consecuencia, la velocidad de crecimiento y el índice de conversión alimenticia. En el cuadro 1 podemos ver la multitud de factores involucrados en la integridad intestinal óptima.

Fisiología del aparato gastrointestinal 

El aparato gastrointestinal de las aves comprende desde el pico y la cavidad oral hasta la cloaca. Su principal función es la de ingerir los alimentos, desdoblarlos (por medios mecánicos, químicos y enzimáticos) para extraer y absorber los nutrientes. Ya que el aparato gastrointestinal (AGI) está abierto y en contacto continuo con el exterior, su exposición a múltiples antígenos, agentes patógenos (infecciosos o tóxicos) también es continua y por eso está en un estado constante de reacción e inflamación.

Las células que integran al AGI se han diferenciado para efectuar diferentes funciones específicas. Las células que lo recubren forman una superficie semipermeable que selectivamente permite el paso de líquidos, electrolitos y nutrientes disueltos. Forman parte de una barrera física natural ininterrumpida que sirve para restringir el acceso de agentes patógenos al intestino y por consiguiente al resto del organismo. Esta integridad se interrumpe cuando los agentes patógenos (bacterias, virus, protozoarios, etc.) o tóxicos dañan las células del epitelio intestinal. Dicho epitelio está en un constante estado de renovación en el que las células más viejas se desprenden de la superficie del epitelio dentro del lumen intestinal para ser reemplazadas por células nuevas mediante un proceso de regeneración en el que las células nuevas se diferencian para asumir las funciones de las células desechadas.

La superficie de absorción del intestino se expande enormemente debido a un proceso de dobleces o proyecciones hacia el lumen intestinal que microscópicamente parecen dedos, conocidos como vellosidades intestinales. Cada una de estas a su vez contiene proyecciones o apéndices similares que se conocen como microvellosidades intestinales que aumentan aún más la superficie de absorción. La longitud de las vellosidades intestinales decrece a partir del duodeno y hacia el íleon. Cada vellosidad está recubierta de un epitelio celular compuesto de enterocitos que poseen funciones diferentes de acuerdo a su localización dentro de cada vellosidad: los enterocitos localizados en el ápice de las vellosidades absorben líquidos y nutrientes, mientras que los de las zonas laterales y las criptas de Lieberkun secretan electrolitos y líquidos. El mantenimiento óptimo de su estructura y funcionamiento es esencial para una mayor productividad de las parvadas.

En comparación con los mamíferos, el tubo intestinal aviar es relativamente más pequeño con relación al peso corporal, ya que ha tenido que adaptarse para el vuelo. Esto está compensado con una mayor irrigación sanguínea, una secreción gástrica más alta, un tránsito digestivo más rápido y una acidez mayor que la de los mamíferos. Además, el intestino de las aves tienen una densidad más alta de microvellosidades intestinales y un ritmo de reciclado epitelial más rápido que el de los mamíferos. Igualmente, la respuesta a las agresiones entéricas es más rápida; la respuesta inflamatoria es en las primeras 12 horas en vez de los 3 a 4 días de los mamíferos. Esto hace que las aves sean más susceptibles que los mamíferos a los trastornos que afectan la capacidad de absorción intestinal.

Barreras naturales de protección 

Hay una serie de barreras físicas naturales para prevenir la entrada de agentes patógenos al intestino y evitar su diseminación sistémica. Desempeñan una función importante al mantener la integridad y la salud intestinales del ave, tales como:

  1. Moco intestinal: secretado por células especializadas localizadas en glándulas de la cavidad oral, esófago, epitelio proventricular e intestinal llamadas células caliciformes. Contiene mucina (glucoproteína) para prevenir la autodigestión de las células epiteliales de la mucosa y protegerlas de la invasión de patógenos; sirve para lubricar el paso del bolo alimenticio.
  2. Enterocitos: células que recubren y forman el epitelio intestinal que forman una barrera física continua que mantiene la integridad intestinal. Poseen funciones diferentes de acuerdo a su localización dentro de cada vellosidad. Las agresiones por agentes virales, bacterianos, micóticos, tóxicos o parasitarios pueden interrumpir su continuidad y alterar la integridad intestinal.
  3. Secreción de líquidos: La secreción de líquidos intestinales sirve para lubricar el epitelio intestinal y arrastrar los agentes infecciosos.
  4. Irrigación sanguínea: la gran irrigación sanguínea permite transportar células protectoras del sistema inmunitario rápidamente cuando se necesita responder con una reacción inflamatoria rápida a alguna agresión o invasión de agentes infecciosos. Además, transporta rápidamente los nutrientes absorbidos a los tejidos.
  5. Tejido linfoide (GALT): el intestino tiene la cantidad más grande de tejido linfoide del organismo diseminado por todas sus secciones, pero principalmente en la lámina propia. Además, hay ciertas zonas de alta congregación de tejido linfoide como en las placas de Peyer, la coyuntura del proventrículo con la molleja y las tonsilas cecales.  Este tejido es de gran importancia cuando ocurre una agresión o invasión intestinal por agentes infecciosos.

Enteritis 

La enteritis es el enemigo número uno de la integridad intestinal al debilitarla o interrumpirla. En las aves existen varios tipos de enteritis que con frecuencia observamos en el campo, tales como:

  • Enteritis catarral o mucoide.
  • Enteritis acuosa (líquida o semilíquida).
  • Enteritis hemorrágica o sanguinolenta.
  • Enteritis de tipo mecánico o fisiológica.

En el cuadro 2 se encuentran los agentes biológicos que con más frecuencia causan enteritis en las aves.

Las causas más comunes de le enteritis son el alimento y el manejo, tales como la mala calidad de materias primas (grasas rancias u oxidadas), errores en el mezclado (exceso de sal), materias primas contaminadas con agentes tóxicos (micotoxinas o aminas biogénicas), agua de bebida de mala calidad, estrés (deficiencias en el manejo), condiciones antihigiénicas y un programa deficiente de bioseguridad.

Con frecuencia se observa un exceso de humedad en las excretas, camas húmedas, heces anormales (cambios de coloración, consistencia, presencia de sangre), contenido de amoniaco elevado, exceso de partículas de alimento no digerido en las heces, que el promedio de ganancia de peso diaria está por debajo del estándar y una mala conversión alimenticia.

De entre los signos más frecuentes se encuentran la diarrea o una consistencia anormal de las heces, colas sucias o manchadas, una mala uniformidad de tamaño y peso, pigmentación deficiente, mal emplume y un crecimiento retardado.

La pared intestinal se encuentra muy adelgazada y friable, los intestinos flácidos (atónicos), hay resistencia reducida al desgarramiento, un contenido intestinal anormal (exceso de moco, líquido o semilíquido, hemorrágico o sanguinolento), un contenido acuoso y/o mucosidad anaranjada y un contenido anormal de los ciegos (decolorado, líquido o semilíquido, espumoso, hemorrágico o con presencia de tapones).

Recomendaciones finales 

Finalmente, a continuación se encuentran algunas recomendaciones: 

  1. Diseño y ejecución de un buen programa para control de la coccidiosis para maximizar la productividad de la parvada, minimizar los efectos adversos de la coccidiosis (especialmente la subclínica) y el desarrollo de resistencia para mantener y extender la vida útil de todos los productos anticoccidianos.
  2. Diseño y ejecución de un buen programa para control de la enteritis necrótica para maximizar la productividad de la parvada, minimizar los efectos adversos de la enteritis necrótica (especialmente la subclínica) y el desarrollo de resistencia para mantener y extender la vida útil de todos los antibióticos con buen espectro de actividad contra el Clostridium perfringens, como la virginiamicina.
  3. Acceso inmediato del pollito o pavito al agua y alimento de alta calidad para favorecer el desarrollo y maduración precoz del tubo intestinal. Verificación del consumo mediante la palpación del buche.
  4. Verificación diaria del consumo de agua y alimento para mantenerlo dentro del estándar deseado.
  5. Uso estratégico de enzimas para mejorar la digestibilidad y reducir la viscosidad de cereales con contenido alto de polisacáridos no relacionados al almidón.
  6. Prevención del daño intestinal.
  7. Monitoreo constante de la salud de las parvadas, y en especial de la salud intestinal.
  8. Verificación y rechazo de materias primas para la fabricación de alimentos contaminados con micotoxinas o aminas biogénicas.
  9. Evitar el uso de grasas rancias o no estabilizadas con antioxidantes o que no cumplan con los requisitos de calidad.
  10. Evitar el uso de harina de soya mal procesada o con contenido alto de inhibidores de la tripsina.
  11. Aseguramiento de la calidad del agua de bebida.
  12. Diagnóstico oportuno y acertado con el establecimiento de tratamiento o medidas correctivas indicadas al primer indicio de trastornos entéricos.
  • Síndromes de retraso del crecimiento y enanismo
  • Reovirosis
  • Ascaridiasis
  • Cestodosis
  • Colibacilosis enteropatógena
  • Salmonelosis
  • Micotoxinas
  • Grasas rancias
  • Aminas biogénicas
  • Harina de soya mal procesada
  • Agua de bebida de mala calidad 
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