Pérdidas avícolas por causas sanitarias, ¿sin remedio?

Desde México se ventila de nuevo la necesidad de crear fondos especiales para atender las pérdidas que representa cada brote de salmonella, Newcastle o influenza aviar. ¿Qué tan viable es este mecanismo?

photo by Andrea Gantz
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Jorge García de la Cadena es el presidente de la Unión Nacional de Avicultores de México (UNA), uno de los más poderosos gremios agropecuarios latinoamericanos y, según informaciones recientes, también es el promotor de turno de un viejo anhelo de los empresarios avícolas de su país y del resto del mundo: “una bolsa de dinero para indemnizar a quien detecte alguna enfermedad en sus aves”.

Es una aspiración justa y pertinente, si se tiene en cuenta que en cada brote de las enfermedades consideradas de control oficial no solo se pierde lo invertido en pollitos y pollitas, alimentos, vacunas y salarios; se cierran mercados internacionales (sí se tenían) por lo menos durante tres meses (en el mejor de los casos).

Si se frenan las exportaciones, las granjas libres de la enfermedad que pueden vender su producción en el mercado interno se encuentran con la sobreproducción y la consiguiente caída de precios. Y no hemos empezado a hablar de los costos de repoblamiento. Las pérdidas son cuantiosas, casi exponenciales para la cadena. Urge entonces un fondo con recursos igualmente significativos que mitiguen la debacle.

En 2016, en Estados Unidos, las pérdidas estimadas por influenza aviar fueron de cinco mil millones de dólares, sumando solo las exportaciones no realizadas. El gobierno federal indemnizó con mil millones de dólares a los agroindustriales afectados. Si eso pasa en la primera potencia económica mundial, qué esperar al sur del río Bravo.

En México, el país latinoamericano más afectado por estos brotes, no se cuenta con un respaldo ni remotamente afín. Hace tres años se creó un fondo de 30 millones de pesos mexicanos con recursos públicos y privados; hoy el tema vuelve a surgir.

En Colombia, como experiencia singular, opera desde 1994 un fondo de promoción avícola que se nutre de los aportes que hace cada avicultor al comprar pollitos y pollitas. No hay evasión, pero sus recursos son limitados frente a los retos sanitarios y no pueden destinarse únicamente a ese frente.

Los avicultores afrontan estos tremendos riesgos prácticamente solos.

Un sólido alivio económico ante tales contingencias es necesario, pero no puede venir únicamente de los gobiernos o de los empresarios. También sería imprescindible contar con aseguradoras motivadas por el Estado como garante. Desde luego, esos mecanismos estarían supeditados al compromiso de todos los actores con sistemas eficientes de control y erradicación.

La necesidad es clara, pero resolverla va mucho más allá de sacarse el sombrero y esperar que las monedas caigan. Y lo más importante: será poco realista pensar en una alternativa que cubra el 100 por ciento de los daños; el riesgo seguirá existiendo y como en toda actividad económica, las pérdidas estarán infaliblemente en el menú de opciones.

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