El negocio avícola en la Colombia del postconflicto

En el fondo, todo acuerdo de paz consiste en que la sociedad afectada hace concesiones a los terroristas para que estos hagan el favor de no seguir matando.

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Jon Ng | Freeimages.com
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En el fondo, todo acuerdo de paz consiste en que la sociedad afectada hace concesiones a los terroristas para que estos hagan el favor de no seguir matando. Y el cacareado proceso en Colombia -que hasta para premio Nobel dio y que se hizo con una de las organizaciones más sanguinarias que haya conocido el continente- no fue la excepción.

Superado el trago amargo de tener que ver mutados en congresistas a confesos narcotraficantes, asesinos, extorsionistas, secuestradores y reclutadores de niños para la guerra (sin que paguen ni un solo día de prisión), toca pensar en qué pasará con el campo y con la avicultura si se cumple con lo pactado, pues la excusa de la guerra para las Farc siempre fue el tema agrario.

El primer punto de lo acordado se llama precisamente “Hacia un nuevo campo colombiano, reforma rural integral” y tiene la ambiciosa meta de reducir en 15 años la pobreza de los campesinos a la mitad. Hoy, el ingreso urbano es tres veces superior al rural. Para apretar la brecha, el Estado se comprometió con enormes inversiones (todavía no se sabe de cuánto) que tendrán su pico más alto en los próximos cinco años.

Eso se traducirá en más impuestos y con seguridad la carga impositiva para la agroindustria crecerá. Andrés Valencia, presidente de Fenavi, afirma que la avicultura tributa hoy el 75 por ciento de sus ingresos. Desde el gobierno ya se anuncian inversiones para la implementación superiores a los tres billones de pesos en 2018 y 2019 (mil millones de dólares).

Cosas buenas deben quedar de este colosal esfuerzo. Valencia opina que esas serían unas mejores vías terciarias (de las veredas a las cabeceras), la promoción de alimentos con alto valor nutricional (qué más que el huevo y el pollo), el respeto por los actuales TLC (seguirá llegando maíz estadounidense sin arancel) y habrá mano de obra más apta gracias a mayores recursos destinados a salud, educación y saneamiento básico.

En el ítem de las amenazas, el mismo dirigente cita el aumento de los costos laborales, el apetito gubernamental por ir tras los recursos del fondo de promoción avícola, la consulta a las comunidades rurales para todas las inversiones y la promoción del minifundio como modelo de producción agrícola. “No se prohíbe la producción agroindustrial y se dice que pueden interactuar con la campesina, pero no se sabe todavía cómo sería eso. También preocupa la forma como se entregarán entre 3 y 14 millones de hectáreas”.

Los decretos de implementación siguen sin conocerse y como en todo, el diablo estará en los detalles. Por eso los avicultores prometieron estar alertas. En este caso -y eso lo digo yo- la prevención debe ser mayor, pues se ha pactado con el mismo diablo y tenemos en Colombia muy cerquita el espejo de la debacle que la extrema izquierda puede llegar a ocasionar.

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