El efecto Ucrania en la industria avícola latinoamericana

Ucrania es ya un factor determinante mundial. La reciente crisis con Rusia ha hecho que Latinoamérica se pueda convertir en proveedor de pollo para ese país.

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La concatenación de situaciones y efectos de un hecho político del otro lado del mundo repercute en cualquier parte. Ucrania es ya un factor determinante mundial. Hace ya un tiempo que se viene perfilando como un miembro de las grandes ligas en producción y exportación de granos.

La situación hoy en día es, además, otra. Hace unos meses, la inestabilidad social y política de ese país, y el empuje que tiene la sociedad civil ucraniana, llevaron a que cayera su gobierno, situación que aprovechó Rusia, todavía con tintes imperialistas de su pasado reciente como Unión Soviética, para anexarse la estratégica península de Crimea.

¿Qué tiene que ver Crimea con los productores de pollo de Latinoamérica? Los famosos seis grados de separación. La anexión de la península y la forma en que Rusia ha manejado la situación del hijo recientemente destetado (Ucrania), llevó a que EUA, la Unión Europea, Canadá y Noruega impusieran sanciones económicas a los rusos. Estos, a su vez, decidieron unilateralmente también, tomar represalias y prohibir la entrada de productos agropecuarios de dichos países. Y entre ellos está nuestro héroe: el pollo.

Después de México, según el USDA, Rusia es el segundo mayor importador de pollo de EUA, con más de 276,000 toneladas al año, que representan alrededor del 8 por ciento de las exportaciones. ¿Quién proveerá entonces a Rusia?

Latinoamérica es la respuesta. Al menos tres países han levantado la mano para pedir su turno. Brasil dice estar más que dispuesto a suministrarles el pollo. Sabemos que es el primer exportador mundial de pollo, y prácticamente será cuestión de embarcarlo. Pero también están Argentina, con una producción nada despreciable de más de 850 millones de pollos al año y Chile, que preparó una misión comercial a Moscú y San Petersburgo para entablar negociaciones al respecto.

Faltan solamente arreglar detalles: autorización de plantas, homologación de normas de inocuidad y cosas así. Nada que la voluntad política y la falta de alimentos no logre superar rápidamente.

Ojalá no sea algo pasajero para Latinoamérica.

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