Incineración de residuos avícolas: una solución biosegura

En casos como la influenza aviar, hay que eliminar vectores de contaminación, y uno de los métodos más prometedores es la incineración en la granja, que elimina el 100 por ciento de posibilidades de que haya vectores.

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Foto: Bigstock.com
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Cuando hay enfermedades aviares −como la influenza aviar−, una de las cosas que hay que hacer es eliminar vectores de contaminación. De entre los métodos más prometedores está la incineración, pues es el sistema más bioseguro, ya que se elimina el 100 por ciento de posibilidades de que haya vectores, como los camiones recolectores. Recordemos que, aunque se disponga adecuadamente de la mortalidad o la pollinaza/gallinaza en la granja, por lo regular los caminos son los mismos que llevan a diferentes granjas, así como son los mismos camiones. 

Esta situación no debe de permitirse, como tampoco enterrar la mortalidad. Partamos del hecho de que desde 2011 en Europa está prohibido el enterramiento de cadáveres de animales en granjas −y en Latinoamérica no tardará en llegar−, pues es además un tema de salubridad. 

Los cadáveres generan líquidos y lixiviados que se filtran a la tierra y puede llegar a cualquier corriente de agua. Además, los animales en descomposición atraen a buitres y otras aves rapaces, al mismo tiempo del olor que emiten, que va a molestar a las comunidades aledañas a las granjas. 

El último eslabón de la bioseguridad avícola 

En Europa, particularmente en España, hay dos opciones legales. La primera es contratar un seguro de retirada de cadáveres, en la que una empresa tiene licencia para la recolección, y la incineración. 

Este seguro de retirada de cadáveres se ha vuelto obsoleto, porque el camión no va directo de la explotación a la planta de incineración, sino que pasa por varias granjas hasta que se llena, “con lo cual provocamos una posible diseminación de vectores de contaminación de una granja a otra”, dice Isidro Escalante, director general de Incineradores Grupo España (IGE), representantes de la británica AddField. 

Entonces, “la incineración es el sistema más bioseguro en la actualidad, ya que se hace dentro de la propia explotación”. De esta manera, los animales mueren en la granja y se incineran en la granja. No hay traslado de la mortalidad. 

Este es el último paso en bioseguridad, pero es de los más importantes y en la actualidad cada vez hay más empresas avícolas grandes que se han concientizado. De esta forma, “cuando van a crear un núcleo avícola o una nueva granja, el incinerador es una inversión que viene incluida”, añade el director de IGE. 

Por otro lado, en materia de bioseguridad, el segundo motivo es un tema económico. A manera de ejemplo, en la actualidad en España, en particular en Castilla y León, el costo de recolección de la mortalidad es de 0.24 céntimos a 0.28 céntimos de euro el kilo. “Con nuestros incineradores, el kilo cuesta entre 5 y 7 céntimos”. 

De esta forma, en función de la cantidad de mortalidad, se puede amortizar un incinerador en un período de dos a cuatro años como máximo, en una explotación mediana. 

Asimismo, “en las incubadoras y recría de abuelas es obligatorio tener incineradores, no es una opción”, comenta Isidro Escalante. Cualquier vector de contaminación aquí, por ejemplo, puede llegar a costarnos millones de euros. 

Incineración en un brote 

Si bien, bajo circunstancias normales, la mortalidad es baja, y va a ir en función del tamaño de la granja o complejo, ¿qué pasa en un brote, cuando mueren muchas aves o hay que despoblar? El programa de incineración puede funcionar durante 24 horas, los 365 días al año, sin parar. 

En Europa hay una normativa para este tipo de maquinaria, que clasifica los incineradores en dos clases: incineradores de baja velocidad de combustión, que son todos aquellos que incineran hasta 50 kg/hora, e incineradores de alta velocidad, que incineran más de 50 kg/hora. De esta forma, para incinerar una tonelada de aves, con una cámara de combustión de 50 kg/hora, se incinera en alrededor de 22 horas. 

La normativa europea pide más requisitos para incineradores de alta velocidad de combustión −de más de 50 kg/hora−, y es más costoso. De esta forma, para facilidad, en el sector avícola se incineran hasta 50 kg/hora. 

El incinerador 

Existen muchos modelos de incineradores, que básicamente van por capacidades, desde 250 kg hasta ocho toneladas, además de la velocidad de combustión. 

Con una vida útil de hasta 30 años, lo más habitual son los de capacidad pequeña, equipos totalmente automáticos, que puede manejar una sola persona. 

Una vez cargado, se cierra con facilidad con una tapa de fibra cerámica que no pesa, que se levanta fácilmente con un contrapeso. En una explotación avícola media, se puede quemar de dos a tres veces a la semana. El incinerador se va llenando a diario con la mortalidad y luego se puede utilizar un programa de media hora que deshidrata las aves, para evitar escurrimientos y malos olores. 

El equipo cuenta con un controlador muy sencillo, totalmente programado según la cantidad de kilos que se echen. 

Hay que dejar un espacio vacío en la cámara para que haya combustión aproximadamente un 25-30 por ciento. Si el incinerador es de una capacidad de 250 kg, habrá que meter unos 190 kg. De esta manera, se deja arriba siempre una capa de unos 10 a 20 cm libres, para evitar que se bloqueen los quemadores, y que haya oxígeno para la combustión. 

Además, debido a la propia estructura de los animales, al ir llenando la cámara quedan huecos, por las cabezas, troncos o patas. Entonces, si se meten 150 kg con el incinerador frío, con una capacidad de incineración de 50 kg/hora, más unos minutos de precalentamiento, en 4 horas y 20 minutos queda todo listo. El incinerador se enfría automáticamente, se levanta la puerta y se recogen las cenizas. 

Los incineradores se pueden utilizar en la intemperie, lo cual es una característica muy importante cuando se tiene una granja de muchas casetas, ya que se puede colocar en una parte céntrica. Únicamente se necesita de una plancha de cemento para colocarlo, una línea combustible (diésel, gas propano o gas natural) y una conexión a 220 de electricidad. 

Sistema de gestión de gases 

La cámara de combustión genera gases durante la incineración, que pasan por la cámara de gases en donde se van a gestionar. Esto consiste en la incineración de dichos gases mediante la velocidad de paso adecuada, lo que realmente da el 0 por ciento de olores y humos. 

Dentro de la normativa, todos los gases tienen que estar durante un mínimo de dos segundos en la cámara de gases incinerándose a 850ºC. Por la chimenea, lo único que sale es cómo lo que se ve un tubo de escape de un vehículo bien afinado y en buen estado: una emisión transparente. 

Diferencias entre incineradores 

El horno de los incineradores puede ser de cemento, con una vida útil de 1 a 3 años máximo. El problema del cemento es la dilatación y contracción durante el proceso de incineración, que causan el shock térmico, que a su vez causan grietas, erosiones y burbujas, por lo que anualmente hay que renovar toda la cámara de combustión, a un costo muy alto. 

Luego, están los hornos hechos de ladrillos, en los que en las primeras incineraciones las contracciones y dilataciones entre las juntas de las uniones de los ladrillos establece los huecos donde dilatarse y contraerse. Además, van recubiertos de una doble capa de ladrillo refractario. 

La incineración se realiza con flama directa de uno o varios quemadores, en función del tamaño de la máquina y corrientes de gases, para que la combustión sea uniforme. La combustión debe cubrir el 100 por ciento de la masa y no deben quedar restos asados. 

¿Y qué hacer con las cenizas? 

En las cenizas no queda absolutamente nada que pueda contaminar, ningún vector de contaminación, pero hay que eliminarlas. 

Hay dos métodos de disposición de cenizas. El método oficial en la Unión Europea consiste en las autoridades del medio ambiente proporcionen un código LER (Lista Europea de Residuos) de clasificación de las cenizas, que a su vez asigna un gestor de residuos, que consiste en un vertedero en dónde depositarlas. 

El otro método es tirarlas en la propia granja, que, aunque no es ilegal, no es lo adecuado. Hay que pedir autorización al ayuntamiento de utilizar las cenizas resultantes de las incineraciones como abono orgánico natural dentro de los terrenos de la propia explotación, para mezcla con residuos orgánicos (purines) o gallinaza

Lea el reporte completo en Industria Avícola Noviembre 2017.

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