El desafío de diseñar programas de vacunación para ponedoras

Para el éxito en la producción de huevo, además de la genética, no debemos olvidar los otros factores clave como el mejoramiento de las prácticas de manejo, la nutrición más apta, las altas normas de bioseguridad y los programas de vacunación adaptados y hechos a la medida.

Con frecuencia, la mitad de estas intervenciones requiere del manejo individual de las aves, ya sea inyección o gota en el ojo. | Foto cortesía de Proan
Con frecuencia, la mitad de estas intervenciones requiere del manejo individual de las aves, ya sea inyección o gota en el ojo. | Foto cortesía de Proan

Los ciclos de postura prolongados se han convertido en una realidad en todo el mundo y en una tendencia incontenible. Desde luego, la reproducción selectiva de la persistencia ha desempeñado un importante papel en lograr mayores desempeños, pero además de la genética, no debemos olvidar los otros factores clave para el éxito en la producción de huevo, como el mejoramiento de las prácticas de manejo, la nutrición más apta, las altas normas de bioseguridad y los programas de vacunación adaptados y hechos a la medida.

En la industria del huevo, el principal objetivo de los programas de vacunación es minimizar los efectos adversos de las enfermedades sobre la salud, bienestar y desempeño de las parvadas de ponedoras, además de disminuir el riesgo a la salud pública al aumentar la resistencia de las aves a la zoonosis (por ejemplo, Salmonella enteritidis).

En este contexto de ciclos más largos de producción, un tema muy importante y de gran preocupación para el productor de huevo es la duración de la inmunidad. Además de las vacunas “tradicionales” atenuadas e inactivadas, cada vez hay más a disposición a nuevas alternativas, como las vacunas vectorizadas. Una importante ventaja de estas vacunas recombinantes es la protección de larga vida mediante la recirculación del vector (HVT y viruela). Se espera que haya más investigación y desarrollo de las compañías fabricantes de vacunas.

Vacunación en la planta incubadora

En años anteriores, la mayor parte de las pollitas de un día de edad en la incubadora sólo se vacunaban contra la enfermedad de Marek. Ahora, con el desarrollo de equipo automatizado para las plantas incubadoras, es más fácil asegurar una vacunación confiable y constante. La reducción del costo de la mano de obra, el menor riesgo de hacer mal la vacunación en granja y la disponibilidad de nuevas vacunas (recombinantes o de complejo inmunitario, por ejemplo) son algunas de las razones que apoyan una creciente demanda de vacunación en la incubadora. 

Hoy en día se pueden administrar una amplia gama de vacunas en la planta incubadora, ya sean inyectadas (por lo general subcutáneas y con menos frecuencia intramusculares) o en aspersión, y pocas veces por gota en el ojo: vacunas para la enfermedad de Marek y vectorizadas HVT, bronquitis infecciosa, enfermedad de Newcastle, coccidiosis, etc. 

En definitiva, hay algunos beneficios para el avicultor, como se dijo antes, cuando recibe las pollitas de un día de edad ya vacunados, pero también hay algunos factores limitantes: 

  • La compatibilidad entre vacunas, por ejemplo, las vectorizadas recombinantes HVT no son compatibles con las de Marek HVT convencionales u otras vacunas que usan el virus del herpes de pavo como vector. 
  • Las vacunas recombinantes no se diseminan, por lo que es sumamente importante que estén vacunados todas las pollitas; no debe saltarse ni una o las menos posibles. 
  • Las pollitas de un día de edad sufren algo de estrés al nacer: se sacan, se sexan, se les trata el pico, se vacunan y además tienen que viajar, muy probablemente muchas horas, hasta que lleguen a la granja. El programa de vacunación no debe ser muy intensivo, pues son pequeñas criaturas de 35 a 45 g. La decisión adecuada sobre qué vacunas administrar en la planta incubadora se debe basar en la situación de cada granja de crianza y del desafío de enfermedades, lo que va a determinar las prioridades de protección temprana. 

Vacunación durante la crianza 

De manera ideal, el programa de vacunación debe acabar en el término de 17 semanas del período de crianza. No sería realista por completo recomendar un solo programa válido para todas las zonas, granjas y condiciones, ya que se deben adaptar a cada situación en particular. Sin embargo, hay algunos principios básicos comunes:

  • Por lo general, las vacunas atenuadas son efectivas cuando se aplican en masa, cuando se usan para preparar e impulsar, estimular la inmunidad local y en general inducir un rápido inicio de la inmunidad de corta duración. 
  • Las vacunas inactivadas casi siempre se inyectan, se pueden usar como impulsoras para estimular una inmunidad más lenta, pero de mayor duración, así como niveles de anticuerpos más altos. 
  • Las vacunas recombinantes para usarse en la granja son a base de vector de viruela, se aplican en la membrana del ala y se pueden usar para la protección combinada contra la viruela aviar y otras enfermedades (laringotraqueítis infecciosa, enfermedad de Newcastle, entre otras). 

En función de la presión de las enfermedades, la vida de una pollita en crianza es muy corta para administrarle todas las vacunas que hay; en algunas zonas, es común encontrar programas de vacunación sumamente intensivos con hasta una vacunación cada siete días. Con frecuencia, la mitad de estas intervenciones requiere del manejo individual de las pollitas, ya que la vía de administración es la inyección o la gota en el ojo. Debe encontrarse un equilibrio adecuado entre el beneficio de proteger a la parvada y los posibles efectos adversos sobre el crecimiento y uniformidad de estos programas sobrecargados. 

Un aspecto que con frecuencia se olvida es el costo metabólico de la inmunidad: cuando se usan vacunas, se necesitan de energía y aminoácidos para obtener una respuesta inmunitaria adecuada, ya sea local o humoral (síntesis de anticuerpos). Esto significa que las pollitas tienen que usar parte de sus recursos nutricionales para la activación de la defensa inmunitaria. 

Un problema adicional es el respetar los intervalos recomendados entre vacunaciones: por ejemplo, por lo general se recomienda dejar un espacio de dos semanas entre diferentes vacunaciones vivas respiratorias. A veces, en zonas donde es muy preocupante la enfermedad de Newcastle y los programas están desbordados con vacunas contra esta enfermedad, no es fácil proteger a la parvada de forma adecuada contra la bronquitis infecciosa, ya que pueden interferir ambos virus vacunales.

Vacunación durante el período de producción 

En función del desafío de la enfermedad, las vacunas pueden también usarse durante el período de producción, con más frecuencia contra la enfermedad de Newcastle y la bronquitis infecciosa, mediante aspersión o el agua de bebida, aunque incluso algunos programas incluyen vacunas inactivadas para esta u otras enfermedades (influenza aviar). 

En el campo a menudo vemos programas de vacunación muy pesados en postura, ya que existe la tendencia de añadir vacunas extra en zonas endémicas de cualquiera de estas enfermedades respiratorias en donde se ven afectadas muchas parvadas. Si no se respeta un intervalo razonable, no siempre se obtiene un resultado de mejor protección, ya que a menudo se pide que reaccione el sistema inmunitario, pero a un mayor riesgo de desempeño subóptimo, vinculado a reacciones posvacunles o recursos limitados de energía que se usan para la respuesta inmunitaria, en lugar de la producción. 

Una práctica particularmente riesgosa es vacunar a las ponedoras entre las 18 semanas y el pico de postura: durante este período sigue siendo limitada la capacidad de consumo de alimento, de tal forma que quizás no cubra los requerimientos nutricionales altos de producción y crecimiento. El estrés adicional durante estas semanas críticas puede poner en riesgo el desempeño posterior de la postura.

Lea el reporte completo en Industria Avícola Enero 2018

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