Radiactividad e inocuidad alimentaria

Salmonela, campilobácter, dioxinas, plomo y ahora además compuestos radiactivos. El Codex Alimentarius define como alimento contaminado “todo alimento que contenga gérmenes patógenos, sustancias químicas o radiactivas, toxinas o parásitos, capaces de transmitir o provocar enfermedades a las personas o a los animales”.

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Salmonela, campilobácter, dioxinas, plomo y ahora además compuestos radiactivos. El Codex Alimentarius define como alimento contaminado “todo alimento que contenga gérmenes patógenos, sustancias químicas o radiactivas, toxinas o parásitos, capaces de transmitir o provocar enfermedades a las personas o a los animales”. La inocuidad alimentaria sigue dando de qué hablar en el contexto mundial y todo parece indicar que nada es suficiente para lograr el objetivo final. El terremoto y tsunami de Japón, que además de la cantidad de muertos, desaparecidos, pérdidas económicas y demás, ha tenido como triste desenlace los daños en las plantas nucleares, en particular la de Fukushima, que perdurarán por mucho tiempo. Este desenlace obra especial relevancia en el contexto de un país como Japón, que ya ha sido víctima de bombas atómicas durante la segunda Guerra Mundial.

Chernobil: aún vive en nuestros recuerdos 

Sin lugar a dudas, este incidente a muchos nos trajo a la mente el peor desastre nuclear de la historia registrado hasta el momento: el accidente de la central de Chernobil del 26 de abril de 1986. Hasta ese momento, se habían descuidado relativamente los efectos de un posible escape accidental sobre la agricultura, la silvicultura y la pesca de las zonas vecinas. Pero, el problema de este tipo de accidentes es que la “nube” radiactiva no solo se queda en el área circunvecina, sino que puede viajar muy lejos, dependiendo de las corrientes de aire y de muchos otros factores. Según el Boletín de Suelos No. 61 de la FAO, “en el peor de los casos, la capa superficial del suelo (y la cubierta vegetal) resultó contaminada [en Chernobil] tan gravemente por radionucleidos de período largo, que su rehabilitación con miras a su explotación agropecuaria no sería ni económica ni aceptable en el contexto de la comunidad local correspondiente o de la salud pública”. Uno de los factores a tomar en cuenta, una vez terminadas las precipitaciones del material radiactivo, es “el potencial de transferencia suelo-planta de los suelos expuestos antes de sembrarlos de nuevo o de iniciar un nuevo programa de cultivo”, señala el mencionado boletín, para lo cual tendrán que hacerse estudios con plantas adecuadas.

Fukushima: efectos globales 

Los efectos de la liberación accidental de material radiactivo de la central de Fukushima se hicieron sentir a los pocos días de ocurrido. Aunque la restricción para el consumo de alimentos se limita a una zona bastante cercana a la planta de Fukushima, ubicada en el noreste japonés, la preocupación nacional e internacional se agudizó luego de las declaraciones de las autoridades japonesas sobre un incremento en la concentración de yodo en el agua de Tokio, tras el cual recomendaron no ingerir verduras cultivadas cerca de la planta, aunque aclararon que no hay riesgo para la salud. Según el físico nuclear Laszlo Sajo de la Universidad Simón Bolívar de Venezuela, “tenemos que tener una justa medida” de la dimensión del problema. Según Sajo, “las proporciones de radiactividad en la planta son sumamente bajas y calificó de histeria colectiva el temor mostrado a la posible contaminación del ambiente y los productos comestibles”, ya que todo depende de la dosis consumida.

Por otro lado, la OMS ha declarado que las lecturas en las espinacas producidas a alguna distancia de la planta se describen como “serias”. De esta forma, Japón ha detenido las ventas de leche fresca y espinacas de los alrededores de la central. El portavoz del gobierno japonés, Yukio Edano, aseguró “que la leche y espinacas en las que se detectaron altos niveles de radiación no llegaron al mercado, al tiempo que afirmó que la lluvia o el agua corriente no son una amenaza para la salud”. Mientras tanto, al menos siete países (Australia, Singapur, Hong Kong, Filipinas, Rusia y Canadá) evitan comprar verduras y lácteos del país asiático como medida preventiva, una medida que antes tomó Estados Unidos.

Qué dice Latinoamérica 

Las reacciones no se hicieron esperar en nuestra región. Inicialmente, en Chile, “el encargado del Departamento de Internación de Alimentos de la Seremi de Salud, Alejandro Rodríguez, precisó que Chile importa una baja cantidad de productos que se relacionan con el rubro alimentario”, no más del 2%, por lo que no debe existir alarma acerca de la posibilidad de una contaminación.

Por otro lado, en México, el secretario de Salud José Ángel Córdova Villalobos, informó que exigirán certificados de no radioactividad en productos que ingresen al país provenientes de Asia y principalmente de Japón, para lo cual se instalaron arcos radioactivos en el puerto de Manzanillo y en la ciudad de México.

En Brasil se informa que el país “está preparado para evitar que personas, alimentos u objetos contaminados por la fuga radiactiva ingresen al país y expandan la contaminación”, dijeron fuentes oficiales, pese a que el país aún, a la fecha de escribir este editorial, no ha determinado ningún tipo de bloqueo para impedir su ingreso.

Para finalizar 

Chernobil, que contaminó no nada más a la extinta Unión Soviética, sino a varios países de la Comunidad Europea, en su momento produjo muchas quejas del consumidor. Siendo España un país libre de radiación, según se informó en aquella época el consumidor se vio “obligado” a consumir alimentos contaminados pero “aceptables”: la mala leche de Europa, usado en su doble sentido. Esto nos lleva a pensar que ojalá prevalezcan los criterios sanitarios por sobre los económicos y políticos.

Si bien no debemos exagerar la nota, ni caer en especulaciones, es importante, una vez más que mantengamos el ojo avizor y mantengamos también una cadena de suministros y alimentaria sana.

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