Orgánicos, sin hormonas o sin antibióticos ¿qué más?

La cantidad de términos que hay en el mercado yentre el público, de los diferentes productos avícolas “naturales” “oalternativos” es una verdadera vorágine. La industria necesita establecer reglas al respecto.

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La cantidad de términos que hay en el mercado y entre el público, de los diferentes productos avícolas “naturales” “o alternativos” es una verdadera vorágine. Esta confusa aglomeración de pollos sin hormonas, criados sin antibióticos, orgánicos, kosher o halal, con dieta vegetariana, entre otros, a mi parecer no hace más que confundir y quizás afectar el consumo.

Hay mucha gente que cree que un pollo “sin hormonas” probablemente sea uno “orgánico”, o que la producción sin antibióticos es la de un pollo natural, o que el huevo marrón es de “granja”, como si los blancos fueran de máquinas. Incluso, he oído que hay gente que no pertenece a la comunidad judía que compra productos kosher, porque son “más sanos”, sin saber que sencillamente son alimentos aptos para el consumo de los practicantes de una religión de gran tradición.
 

Además de todo, el público en general no sabe, por ejemplo, que la producción de pollos sin antibióticos es menos eficiente y por ende más cara, aunque hay que evaluar si se compensa al evitar el gasto de antibióticos. Por otro lado, la producción de pollo o huevo “orgánicos” también es más cara y el público no sabe que incluso existe la posibilidad de que estén más expuestos a enfermedades o microorganismos, como la salmonela.

Lo mismo es con el huevo con las gallinas en libertad o en jaulas enriquecidas o convencionales. Fuera del medio, poca gente sabe a ciencia cierta en qué consiste. Incluso, se sorprenden cuando les explicas que el color amarillo anaranjado de la yema de huevos de muchos mercados, procede de pigmentos naturales. ¿Naturales?, preguntan.
 

Esta situación no es saludable. Es imprescindible que la industria diga, junto con las autoridades, estandaricen el etiquetado para comercializar los productos y además, se eduque al público.

Las decisiones de compra en nombre de la salud, el bienestar animal y otros argumentos sólo llevan al esnobismo por parte del consumidor, sin que éste se eduque y elija con claridad.
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