Carne fraca: lecciones de un escándalo en desarrollo

Lo que parecía un tiro en propio pie, podría terminar consolidando a los brasileños en el lugar donde han estado en los últimos años por sus mismos méritos: los “mais grandes” exportadores de carne en el mundo (y en lo que nos atañe, en el pollo).

Associação Brasileira de Proteína Animal (ABPA)
Associação Brasileira de Proteína Animal (ABPA)

Lo que parecía un tiro en propio pie, podría terminar consolidando a los brasileños en el lugar donde han estado en los últimos años por sus mismos méritos: los “mais grandes” exportadores de carne en el mundo (y en lo que nos atañe, en el pollo).

El viernes antepasado, cuando la capacidad de reacción oficial era casi nula ante el inminente fin de semana, la Policía Federal de Brasil anunció los resultados de su operación ‘Carne fraca’ (débil, en portugués): 38 inspectores se dejaron sobornar por empleados de JBS y BRF para adulterar certificados sanitarios.

Ese pronunciamiento sin la adecuada contextualización desató la histeria en los principales mercados de la carne brasileña, sobre todo en Asia, predispuestos como están por sus propios pecados (influenza aviar, venta de carne podrida en restaurantes, entre otros).

Así se cerró de pronto más del 40 por ciento del mercado exterior conquistado por los avicultores brasileños, debido a un anuncio policial que aseguraron se dio luego de dos años de investigaciones, pero en el que faltaron los datos que dejarían en perspectiva el impacto de lo encontrado.

Con el paso de los días quedó claro que el hallazgo policial, aunque grave, resultó ser episódico (además de trazable) en comparación con el volumen y la calidad general de lo comercializado. Los chinos retiraron a los pocos días el veto ante la evidencia y, obviamente, aprovecharon para renegociar nuevas condiciones (se dice que no solo para la carne: China tiene grandes inversiones en infraestructura proyectadas en el gigante suramericano).

Al final de la primera semana de este escándalo, Brasil puede demostrar varias facetas positivas.

Primero, que fueron sus propias autoridades las que descubrieron la anomalía y no los controles sanitarios de cualquiera de los 203 países destino; además no se conocen casos de intoxicación en consumidores dentro y fuera de su territorio (pese a que son millones).

Segundo, que el gobierno federal trabaja de la mano con los productores para superar la crisis y tranquilizar los mercados, lo que en el caso de China (su mayor comprador) fue un rotundo éxito.

Y tercero, que no hay sustituto viable en el inmediato futuro para el pollo brasileño por precio, volúmenes y logística. Estados Unidos, el único retador posible, está ocupado conteniendo sus propios brotes de influenza aviar, mal del que Brasil sigue siendo un territorio libre.

Un mundo ávido de pollo terminará cediendo a la necesidad disfrazada de cordura, reforzando sus propios controles, renegociando cuotas y precios, así como exigiendo mejores prácticas a los brasileños. En un mercado global así, siguen ganando los brasileños, aunque ahora tengan que perder un poco.

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