Líos en uno de los “paraísos” de huevos libres de jaula

El gobierno de Australia, donde el 90 por ciento de los consumidores demandan huevos de este tipo, cuadruplicó las densidades máximas de ponedoras por hectárea para esta categoría. ¿Marcha atrás en la tendencia?

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Cuando me encontré con esta sorpresiva noticia, me llamó la atención que los promotores de los huevos de gallinas libres de jaula en Latinoamérica no nos avisaran de ella como suelen hacerlo con prontitud y acuciosidad a la hora de indicarnos que esta o aquella multinacional optó por dicha tendencia, incluyendo su operación en nuestros países.

Bueno, debe ser porque el gobierno de Australia no les compra sus asesorías, además de que decidió en contravía de lo que pregonan tales organizaciones sin ánimo de lucro; se trata de un hecho de especial relevancia porque en ese país continente la tendencia de estos huevos es abrumadoramente mayoritaria y hace 15 años se aplica allí como referencia un código voluntario sobre esta categoría que también es seguido por los llamados avicultores orgánicos en Europa y el Reino Unido (CSIRO 2002).

La noticia la encontré en la versión australiana del diario liberal digital Huffington Post. La información es esta: luego de esperar por cinco años una reglamentación oficial que definiera de manera inequívoca la categoría de huevos libre de jaula, el gobierno australiano decidió que una producción avícola de este tipo no puede superar las 10,000 gallinas por hectárea.

Una densidad que igual es bastante baja con respecto a la habitual producción en baterías de jaula, pero que da un salto enorme desde las 2,500 ponderas que máximo recomendaba el anterior código (aunque la media aplicada en campo oscila hoy en Australia entre 750 y 1,500 animales).

Eso sucedió el 27 de abril y hasta ahora nos enteramos. También es de resaltar que en la nueva norma, según el ya referido medio en línea, “No hay ningún requisito que especifique la cantidad de tiempo pasado por las gallinas fuera de los galpones (es decir, pastoreando), o la densidad de áreas interiores”.

Estos limbos de antes y de ahora, como lo demostró el Huffington Post, han hecho que avícolas australianas que se promueven como productoras de huevos de gallinas libres estén en realidad cambiando la reclusión de una “ominosa” jaula por el hacinamiento en los pisos de enormes galpones, donde se pervierte la promesa aquella de que “cada ave puede desarrollar un comportamiento natural” (no se sabe cómo si está cercada por otra gallina o por algún muro en sus cuatro flancos).

Y todo eso por el “maléfico afán” de estos agroindustriales de optimizar sus ganancias, aprovechándose de la candidez y buena fe de unos consumidores comprometidos con “el planeta y el bienestar animal”, dispuestos como están a pagar muchos más por esos huevos.

Si eso pasa en una Australia con organizaciones de consumidores fuertes, con entidades defensoras de los derechos de los animales bastante activas, con un estado mucho más eficiente, ¿qué podremos esperar de nuestros países donde ni normas hay, ni voluntarias ni obligatorias?

Quien desee consultar la noticia que sirvió de base a este comentario, puede hacerlo aquí.

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