Informalidad en avicultura, ¿cuánta se puede tolerar?

En el último mes se generaron reportes de caídas abruptas en las cotizaciones detallistas para la carne de pollo en Perú y Bolivia, dos de los países suramericanos con mayor consumo per cápita de este alimento.

photo by Andrea Gantz
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En el último mes se generaron reportes de caídas abruptas en las cotizaciones detallistas para la carne de pollo en Perú y Bolivia, dos de los países suramericanos con mayor consumo per cápita de este alimento.

El descalabro en los precios viene afectando de manera especial a los avicultores formalizados (empresarios pequeños, medianos y grandes), que ven cómo el peso de los informales pone patas arriba el mercado.

Sobre todo en el caso boliviano, esas quejas son casi cíclicas; por lo menos una vez cada semestre vuelve a ventilarse el tema. ¿Por qué no pasa lo mismo en otros vecinos? Algunas caídas en los precios al consumidor se han vivido en Argentina, Uruguay y Paraguay, pero más por un exceso de oferta interna vinculada a la caída de exportaciones, bien sea por cierre de mercados o por falta de competitividad en el tipo de cambio.

En Colombia, Ecuador o Chile no se escucha mucho de eso; de pronto se oía hasta hace poco en las zonas fronterizas del primer país, como fenómeno asociado al contrabando desde Venezuela, el que ya no se da por la agobiante situación en la patria de Bolívar.

Intuitivamente, se podría concluir que allí donde la agremiación avícola es más fuerte, más formalización de la actividad hay y, por ende, menos posibilidades de sobreproducción que desplome los precios.

Sin embargo, eso tampoco representa en sí mismo un estado ideal, por lo menos para los consumidores. Todavía se recuerdan los casos de colusión descubiertos y sancionados en años recientes en México y Chile, donde pocos empresarios dominan el mercado. Y no sabemos qué más encuentren las autoridades en otras partes.

Sale entonces a relucir la manida frase de que todo extremo es pernicioso. ¿Formales que manipulen la producción y los precios? ¿O informales que desborden la producción y le hagan el quite a las regulaciones sanitarias y al pago de impuestos?

Aunque los informales no sean muchos, conllevan riesgos a la sanidad aviar que son difíciles de superar. Un emprendimiento informal no cumple jornadas de vacunación ni procedimientos de bioseguridad, por eso ha sido tan difícil erradicar el mal de Newcastle en países como Colombia, por ejemplo.

Cada nación debe preguntarse seriamente cuánta informalidad está dispuesta a tolerar, pues ésta parece inevitable e incluso algunos gobiernos la terminan fomentando con sus programas de seguridad alimentaria que promueven producciones de traspatio. Solamente el trabajo conjunto de gremios y autoridades dará la respuesta.

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