Sobreoferta de pollo y huevo, ¿el precio del éxito?

Parece la receta perfecta para un emprendimiento seguro: una demanda creciente y un producto supuestamente “fácil y rápido” de entregar al consumidor.

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Es un asunto cíclico y recurrente en ciertos países. En demasiados y tan distintos, me parece a mí; tanto, que ya empieza uno a sospechar donde no se presenta. Estoy hablando de las quejas constantes de los avicultores por los bajos precios a los que deben vender el pollo y el huevo, como consecuencia de la sobreproducción de estos alimentos en sus plazas.

Desde República Dominicana, Bolivia, Argentina, México y España se escuchan por estos días clamores desesperados. Dicen que los precios no han subido en todo un semestre, que por el contrario, bajaron tanto que deben vender a pérdida para recuperar algo de la inversión. ¿Qué pasa y por qué?

Estos hechos lamentables conviven con noticias optimistas sobre el imparable crecimiento del consumo de los alimentos de origen avícola en todas partes. No hay país del área en donde el pollo y el huevo no le quiten comensales a las otras proteínas animales. Las bondades nutricionales van acompañadas también de versiones más prosaicas que hablan de la avicultura como un negocio en el que el retorno de caja es rápido (se produce un huevo al día, un pollo en mes y medio).

Parece la receta perfecta para un emprendimiento seguro: una demanda creciente y un producto supuestamente “fácil y rápido” de entregar al consumidor. Algo de eso es cierto, y lo que lo es ha sido posible por décadas de investigación y gestión formativa de mercados hecha por aquellos avicultores que bien podríamos llamar “de siempre”, quienes ven impotentes como muchos emprendedores han gritado “¡yo también quiero!”, montan sus granjas, producen e inundan los mercados.

A eso hay que sumarle la poca posibilidad exportadora, el contrabando y los TLC con potencias avícolas. Es una guerra suicida y sucia con muchas víctimas: granjas cerradas, despidos, quiebras. Claro, el consumidor gana y a la largo, todos lo somos. Los “villanos” están en todas partes y trocan en víctimas con facilidad. La verdad es que las barreras fácticas para entrar al negocio son cada vez más franqueables por el legítimo afán emprendedor y también por la falta de un eficiente control oficial en aspectos como el sanitario.

Es el salvaje oeste y de cierto modo, también es el precio del éxito de la avicultura comercial. Cuando un producto y el modo de producirlo alcanzan dicho nivel, es casi inevitable que sucedan estas cosas, sobre todo si el sheriff está mirando para otro lado. Y se podría venir más de lo mismo, ya que la FAO acaba de predecir otros diez años de granos y carnes baratas en el mundo. Me santiguo, pero la “racionalización de los mercados” parece la respuesta deseada, y la tentación de caer en colusión que conlleva es demasiado grande. Ojalá que no.

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