¿A dónde irá el pollo que no vendería más EUA a México?

Mientras avanzan tortuosamente las renegociaciones exigidas por el gobierno de Estados Unidos para definir un nuevo Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), resaltan por ágiles y proactivos los acercamientos comerciales entre México y las potencias agrícolas suramericanas.

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(Juan Carlos Arellano | Freeimages.com)
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Mientras avanzan tortuosamente las renegociaciones exigidas por el gobierno de Estados Unidos para definir un nuevo Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), resaltan por ágiles y proactivos los acercamientos comerciales entre México y las potencias agrícolas suramericanas.

Es un arma que se está cargando para poner sobre la mesa; básicamente le dice a EUA que si insiste en cambiar las normas para su exclusivo provecho, pues los mexicanos simplemente dejarán de comprar buena parte del excedente agroalimentario que genera el hoy quisquilloso socio y vecino norteño.

Es una amenaza que tiene filo, ya que gracias al TLCAN, en los casi 25 años de su vigencia, las exportaciones de alimentos desde EUA a México crecieron 5.3 veces (USD 13,125 millones en 2016). Y si la torpeza estadounidense sigue como va, se secará ese filón que promete crecer.

Según la mexicana Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productos del Campo (Anec), el 45 por ciento de los alimentos que importan los manitos viene del otro lado del río Grande y la tendencia es que el porcentaje importando llegue al 80 por ciento en 2030. Eso si el TLCAN continúa tal cual, lo que suena bastante útil para hacer grande a cualquier América.

Soya y maíz amarillo suramericano estarían listos para proveer el mercado que perdería EUA; los pollos argentinos y brasileños seguirían la ruta de esos mismos granos. Brasil es el mayor exportador de carne de pollo en el mundo con 4.3 millones de toneladas. EUA es el segundo y México le compra el 25 por ciento de su excedente, lo que equivale a 750,000 toneladas.

Ante esta danza de cifras entre los grandes mercados latinoamericanos, el resto de la región no puede hacerse el desentendido. Dos consecuencias serían inevitables si se concreta el boicot mexicano al agro estadounidense, incluido “el pollo gringo”. Primero, se cerrarían del todo las hoy escasas posibilidades exportadoras a los EUA en las que cifran su crecimiento avicultores de Centroamérica y Perú, con grandes inversiones ya hechas o proyectadas de por medio.

Simplemente habrá demasiado pollo y nulo interés norteamericano en abrir sus fronteras. Unido a lo anterior, es casi seguro que las avícolas de EUA ejercerán presión para que se les abran mercados en nuestro patio, en donde la sobreproducción es norma en casi todas partes. Precios congelados o a la baja serán aún más habituales.

Incluso, no nos extrañe que terminemos viendo más contrabando técnico y del otro, abiertamente ilegal. ¿Qué muro levantaremos para que nos salve?

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