Más probióticos a la mano no implica más uso

La utilización de estos aditivos en el alimento concentrado parece vivir un auge, por lo menos en la oferta por parte de las grandes casas fabricantes. ¿Qué tanta puede ser su penetración en la práctica?

FOTER | Kevin Cortopassi
FOTER | Kevin Cortopassi

Luego de una incursión tímida con levaduras vivas en el agua de bebida para las pollitas y pollitos, el aprovechamiento de microorganismos benéficos como aditivos del alimento para las aves viene tomando cada vez más fuerza en nuestros países. Según algunos expertos, ese relativo auge se sustenta en tres circunstancias interesantes.

Las dos primeras tienen que ver con el mejoramiento tecnológico alcanzado en los últimos cinco años para la fabricación del concentrado y de los mismos probióticos (que ya soportan calor y manipulación), para lo cual han sido muy valiosos los microorganismos en esporas.

La tercera razón la pone el entorno normativo y el mercado, metiendo presión para disminuir al mínimo posible el uso de antibióticos promotores de crecimiento. En este punto estamos todavía lejos de contar en muchas partes de Latinoamérica con un marco legal y los laboratorios necesarios para, entre otras, controlar trazas de antibióticos en los huevos, pero esa es la tendencia global y algún día llegará.

Entendiéndolo así, hemos visto como grandes casas farmacéuticas le siguen abriendo más espacio en sus portafolios a los probióticos; basta recordar el sonado lanzamiento hace unos meses para el continente de los primeros de Du Pont bajo la marca Enviva, que aseguran sus voceros han tenido buen recibo en Argentina, Brasil, México y más recientemente en Colombia.

Eso dice el mercadeo. La realidad en granjas podría no ser tan edulcorada, sin necesidad de ser negativa. A falta de cifras consolidadas (un interesante reto para los organismos de medición gremiales), bien se podría pensar -en un ejercicio responsable de especulación, si existe tal cosa- que el uso de probióticos, tanto en instalaciones tecnificadas de pollo como de huevo, sería máximo del 40 por ciento.

Igual suena interesante, pero no implica de por sí una utilización constante ni siquiera en esa proporción de granjas. Por costos, los productores solo acuden a los aditivos si observan tránsito rápido del alimento o heces líquidas en los pollos de engorde, por ejemplo; o si el huevo está saliendo muy sucio o las ponedoras presentan mala digestión. Superado el impase, suspenden el alimento enriquecido con estos microorganismos.

Mientras se consolidan las cosas en cuanto a normas y exigencias de mercado (y los costos sigan bajando fruto de la mayor disponibilidad y la competencia entre opciones), el uso de los probióticos seguirá por estos lares amarrado al día a día de la producción, por lo menos allí donde se da. Lo que no necesariamente tiene que ser malo y hasta puede ser visto como un vasto espacio de crecimiento en este interesante segmento para los insumos avícolas.

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