El huevo “a la antigua”, ¿experiencia sensorial única?

Alexander Barajas Maldonado analiza la reacción de los cubanos al reciente aumento en importación de huevo en polvo en Cuba debido a la reducción de la producción local a raíz del huracán Irma.

Freeimages.com, Jeroen Belen
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Los regímenes rezagados y totalitarios en nuestra región de vez en cuando nos dan noticias pintorescas que nos hace pensar en cómo va el negocio avícola contemporáneo en el resto de los países latinoamericanos.

Esta vez, la noticia viene de Cuba y tiene que ver con la resistencia que ha encontrado el huevo deshidratado e importado, que empezó a distribuirse en la isla para atender la escasez de este alimento, una de las pocas proteínas de origen animal a la que tiene acceso esa población martirizada.

Según el medio cubano producido en España, Cibercuba, el aspecto de este nuevo alimento en esa antilla mayor, “no convence, dicen que es un invento y que es otra muestra de que les quieren dar gato por liebre nuevamente”.

El huracán Irma, en septiembre pasado, arrasó con buena parte de las 600 granjas avícolas en Villa Clara, Ciego de Ávila y Camagüey. Y por ser una agroindustria estatizada comunista, la velocidad para reponer las pérdidas no puede ser más lenta y fatigosa. Además, es más barato y práctico importar huevo en polvo al por mayor.

Los cubanos quejosos extrañan sentir el peso y la redondez de un huevo crudo en la mano. Es en verdad agradable rodear la superficie de la cáscara, golpearla contra un borde y vaciar el contenido en una cacerola de aceite caliente. Esperar un momento y disfrutar de ese sol con aura blanca que es un delicioso huevo frito.

Nada que ver con abrir una caja de cartón o un sobre de plástico, meter la cuchara y esperar en la misma cacerola que salga lo de siempre: unos huevos revueltos de una coloración homogénea, que se antoja poco natural. Más monotonía en la pobre y fosilizada Cuba.

Y como los hermanos cubanos, así somos todos. Los ovoproductos como el huevo en polvo o deshidrato tienen poco juego en el mercado minorista, donde el huevo en cáscara es el rey. Poco vale agregarle sabores y promover sus muy ciertas ventajas con publicidad.

Desde hace tiempo, sabemos que en este caso es muy difícil superar lo perfecto. Ahí está el reto. ¿O de una vez aceptamos para siempre la derrota y dejamos este manjar en polvo para su fiel nicho: las industrias de alimentos que lo demandan con avidez?

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