Hace unos días se desató una discusión en las redes sociales en España (que seguro también han de haber visto en muchos otros países) por un tuit (¡ay!, los tuits todopoderosos de hoy) de la nutricionista María Merino con una foto de su hijo comiendo garbanzos. Decía que su hijo no sabe lo que es una galleta y que él es feliz desayunando garbanzos.
Hubo reacciones de todo, aunque la mayoría fueron críticas injustificadas y el no querer escuchar a una profesional de la nutrición. Desde luego, aplaudo la decisión de María y su posterior defensa, en contraposición con los “alimentos” azucarados tan popularizados para desayunar.
María no defiende −ni tampoco ataca− la importancia del desayuno como primer alimento, al menos en el sentido de forzar u obligar a un niño. Yo sí lo defiendo, quizás por la costumbre de desayunar bien, con fruta, frijoles, pan o tortillas de maíz y, desde luego, huevo. Yo me despierto siempre con hambre y ruido en las tripas.
Bien por las leguminosas (en este caso los garbanzos), pero ¿y el huevo? A gran parte de la gente en el mundo se le olvida este maravilloso y económico alimento para el desayuno (o la comida, o la cena). España es un país con un consumo de 254 huevos por persona al año. No está mal, pero todavía hay potencial de unos 110 huevos de diferencia con el consumo de México para crecer.
Popularicemos el huevo. Hagámoslo viral en las redes sociales con verdades “verdaderas” (valga la redundancia) y no falsas, y viral en el desayuno. ¿Ustedes qué piensan?
¡Nos vemos en la IPPE!
