A instancias del gobierno argentino, hace unos días se celebró en la ciudad de Mendoza el seminario ‘Mercosur-Alianza del Pacífico: una agenda positiva para la integración’. El interés es bastante obvio: trabajar hacia un próximo mercado común que acerque las principales economías latinoamericanas, las cuales, tradicionalmente, se han concentrado en sus más cercanas áreas de influencia y en comerciar con otros bloques extra-continentales.
De materializarse esta aspiración, Brasil, México, Argentina, Colombia, Chile y Perú estarían en plan de socios y no de recelosos competidores que pocas veces interactúan con fluidez comercial, sobre todo en temas agropecuarios. Pensando en el negocio avícola, un nuevo pacto agregaría diversidad, por ejemplo, al suministro de granos en países deficitarios en la producción de maíz y soya, como todos los de la Alianza del Pacífico (México, Colombia, Perú y Chile).
Esto libraría a los avicultores de tales naciones de su actual dependencia del maíz amarillo duro estadounidense, que hoy importan en contingentes libres o con aranceles muy accesibles. Los granos de Mercosur (que tienen impuestos hasta del 60 por ciento para la Alianza) son percibidos por los avicultores de la región como de mejor calidad y frescura, además, en algunos casos los fletes podrían ser más bajos por menores distancias recorridas.
De igual forma, aspectos como el liderazgo de Brasil en investigación, tecnología y medicina veterinaria podrían alcanzar con sus beneficios - y con mayor facilidad - otras plazas latinoamericanas. Ahora, no todo sería un lecho de rosas para los avicultores de la Alianza del Pacífico: el gigante suramericano es uno de los mayores exportadores de pollo en el mundo, y en un ambiente de cíclicas sobreofertas en varios países de la región, su presencia como socio comercial es una amenaza inquietante. Argentina, Paraguay y Uruguay tampoco lo hacen mal, en la medida de sus proporciones.
¿Qué tanto se podrá ceder para acceder a las ventajas, sin exponerse demasiado a las amenazas? Ahí estará la filigrana de las negociaciones, sobre todo para los países de la Alianza del Pacífico, pues no solamente los avicultores querrán protegerse, también los cultivadores de cereales y oleaginosas harán lo propio. Y no deberían estar muy tranquilos tampoco los ganaderos y porcicultores. “Cositas” como esas estarían moviendo el debate en los próximos meses, ya que es clara la nueva intención integradora de nuestros principales bloques económicos.