Este primer semestre ha sido muy movido en escándalos de distinta intensidad alrededor de la sanidad aviar, relacionada con la inocuidad de alimentos tan populares como el huevo y la carne de pollo.
Se ha hablado mucho de la decisión europea de ponerle talanqueras al pollo brasileño, alegando riesgos de salmonelosis. Polémico, pero quisiera comentar en esta ocasión esas pequeñas mezquindades de ese mismo tipo que a mi juicio nos hacemos entre americanos.
Por ejemplo, es habitual que cada vez que hay un brote de influenza aviar o salmonelosis en Estados Unidos, los avicultores mexicanos corran a pedir suspensión de importaciones aviares. Una locura contradictoria que acrecienta mitos en el consumidor.
Mágicamente olvidamos que existen protocolos de bioseguridad y herramientas de trazabilidad (¡las conocemos y estamos orgullosos de ellas!) que deberíamos defender y promocionar, en vez de soslayarlas de forma tan descaradamente interesada.
Hace algo más de un mes, avícolas uruguayas pedían lo mismo a raíz del brote de salmonelosis en huevos al norte de Estados Unidos. Por favor. ¿Y qué me dicen del caso del pollo verde en esas mismas tierras charrúas empezando este año? Me indignó el comunicado de la autoridad sanitaria uruguaya que le sigue el juego a este feo vicio: “el pollo uruguayo no se cría con hormonas”.
¿Qué quiso decir? ¿Que el pollo brasileño o argentino que entra legalmente o por contrabando sí? ¿Qué creen que tan malintencionada media verdad le hace a la psiquis de nuestro consumidor? Y después nos quejamos de que se siga creyendo lo que se cree, afectando el buen nombre de la agroindustria y ralentizando la demanda.
El episodio más reciente lo dio el Servicio Agrícola y Ganadero de Chile, con un embarque de huevos de contrabando que querían entrar desde Bolivia. Estuvo muy bien detener el matute, pero fue de quinta haber insinuado que así se salvó al país de influenza aviar cuando nada que ver.
Por favor, señores. Pensémonos como un gremio continental en sana competencia. Todos queremos exportar, pero nos aterra que nos lleguen competidores y terminamos recurriendo a tales bajezas. Así nos terminamos ensuciando todos.
En estos días de mundial de fútbol, no está de más entonces pedir el VAR en nuestras conciencias y promover el juego limpio para que ganemos todos.