Esta semana, en Colombia y Bolivia se vivieron sendos rifirrafes entre los empresarios avícolas y los cultivadores locales de cereales y oleagionosas. Ambos bandos se echan culpas en unos careos intensos que siempre empiezan por el gremio que se siente más afectado.
Por ejemplo, en el país caribeño, los cerealeros le alegan a los avicultores que no les compran su cosecha de maíz; a lo cual los segundos contestan que no van a surtirse con granos 30 por ciento más costosos que los importados desde Estados Unidos.
Esa tensión ya produjo una consecuencia formal: Fenalce, el gremio de los cultivadores, decidió retirarse de la confederación Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC) por falta de apoyo en sus reclamos a la agremiación avícola Fenavi (que también está en la SAC).
Ahora, el caso boliviano viene cambiado: son los avicultores quienes culpan a los soyeros por las pérdidas que sufren. Dicen que los altos costos de la soya (grano en el que Bolivia es autosuficiente y exportadora) no les dejan margen de ganancia. Los soyeros dicen que el problema de las avícolas es la sobreoferta; no le falta razón a los dos.
Los precios del maíz y la soya han crecido internamente en Bolivia y en los otros países productores suramericanos como Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay, lo que ha debilitado fuertemente la competitividad exportadora de los avicultores. Pero esas cotizaciones no crecen por capricho: es un efecto colateral de las guerras comerciales que inició Estados Unidos, las cuales dispararon las demandas china y europea por estas materias primas.
En Ecuador, el gobierno obligó hace un par de años al consumo de la producción interna de granos, medida que alegró a los cultivadores pero le restó competitividad a los avicultores, quienes, aunque pueden exportar a mercados tan apetecibles como los árabes petroleros, no tienen oportunidad frente a los gigantes avícolas suramericanos.
¿Qué hacer entonces? Ni obligar ni liberar pone a todos contentos. Es la economía y toda decisión tiene consecuencias; no se puede tener satisfecho a cada bando. ¿Será que va siendo hora de ensayar opciones corporativas más audaces? ¿Qué tal integrar la producción de granos a la cadena avícola empresarial?
Tal vez sea el tiempo para ir construyendo ese eslabón estratégico. Lo que hoy es, no se sabe mañana, o quizás sí: en Colombia, el TLC con Estados Unidos liberará en 2030 el mercado al pollo norteamericano. De seguir para esa fecha importándoles el grano, no habrá cómo competirles.
Cacareo: Vaya para Javier Prida, presidente de la gremial argentina Capia, un sentido mensaje de condolencia por el doble trance que debió afrontar este año a raíz del fallecimiento de su padre Juan Antonio y de su hermano Alejandro Gabriel, ambos empresarios avícolas de tradición. Paz en sus tumbas.