La vacunación consiste en crear una infección suave o subclínica con el objetivo de inducir una forma suave de la enfermedad contra la cual se quiere proteger al ave, que idealmente debe producir efectos adversos mínimos bajo condiciones controladas y que permitirá el desarrollo de anticuerpos capaces de proteger a las aves en caso de un desafío de campo. Debemos tomar en consideración que las vacunaciones, dependiendo del tipo de vacuna usada y la vía de aplicación seleccionada, son prácticas de manejo que causan estrés, con reacciones que oscilan desde la presencia de fiebre o disminución del apetito hasta la muerte del ave.
Básicamente las vacunas que se usan en avicultura se clasifican en dos grandes grupos representados por las vacunas vivas y las inactivadas. Las vacunas vivas generalmente contienen una menor concentración de antígeno, dado que se replicarán en el organismo del ave vacunada, a diferencia de las vacunas inactivadas que contienen concentraciones antigénicas mayores ya que no pueden multiplicarse después de inyectadas. Las vacunas que contienen microorganismos muertos consisten de una masa antigénica inactivada combinada con un adyuvante a base de una emulsión oleosa o de hidróxido de aluminio, que se administran por la vía parenteral. En los últimos años se han desarrollado las vacunas recombinantes, cuya respuesta serológica es diferente al de las vacunas vivas e inactivadas.
Respuesta inmune
Órganos linfoides. Los linfocitos que se originan en la médula ósea de las aves son transportados a través de la circulación sanguínea, a los órganos linfoides primarios (bursa de Fabricio y timo). En estos últimos órganos ocurre la maduración de los linfocitos B y T. Una vez los linfocitos maduran, abandon an los órganos linfoides primarios y ocupan los órganos linfoides secundarios. Los órganos linfoides secundarios incluyen el bazo, glándula de Harder, tejido linfoide asociado a los bronquios, y el tejido linfoide asociado al intestino. Este último tejido incluye las placas de Peyer, las tonsilas cecales y un agregado de células epiteliales localizadas a lo largo del tracto intestinal.
Inmunidad humoral. Las tres inmunoglobulinas más importantes producidas por los linfocitos B de las aves se denominan inmunoglobulina M (IgM), IgG o IgY e IgA. La respuesta inmune primaria es iniciada con el desarrollo de anticuerpos tipo IgM, que aparecen cerca de 4-5 días después de la exposición y que desaparecen casi completamente 10-12 días después del desafío. La IgG aparece después que la IgM y es en realidad el caballo de batalla del sistema inmune humoral de las aves. La IgG es de menor peso molecular que la IgM y su producción se inicia 5 días después de la exposición con un pico de producción 2-3 semanas después de la exposición, con una declinación lenta posteriormente, representando el anticuerpo que regularmente se mide en las pruebas serológicas. Desde el punto de vista práctico es muy importante esperar 2-3 semanas antes de tomar muestras de sangre de aves que estuvieron enfermas para detectar la presencia de anticuerpos producto de una exposición de campo. Si se toman las muestras de sangre temprano, los anticuerpos que estarán presentes son del tipo IgM y no se podrán detectar anticuerpos elevados en las pruebas serológicas usadas rutinariamente.
La IgA es considerada como un elemento crítico en el desarrollo de inmunidad local en los tractos respiratorios e intestinales. En las aves, la IgA es transportada al hígado para almacenarse en la bilis y se encuentra presente en el suero y en las mucosas (ojos, sistema respiratorio, sistema gastrointestinal), considerándose la inmunoglobulina más importante para la protección de las mucosas. Tanto la IgM como la IgG se encuentran en el suero sanguíneo y son detectadas en las pruebas de Elisa, aglutinación, precipitación en agar, fijación de complemento y neutralización viral.
Inmunidad celular. Los linfocitos tipo T son las células principales de la inmunidad mediada por células. A pesar de su importancia, existen pocos procedimientos para cuantificar esa respuesta, los cuales son un poco difíciles de realizar y no se utilizan de manera rutinaria a diferencia de las pruebas usadas para medir la inmunidad humoral.
Inmunidad activa e inmunidad pasiva. En la producción avícola moderna, tanto la inmunidad pasiva como la inmunidad activa se utilizan para controlar enfermedades. La inmunidad activa, que consiste en la utilización de vacunas vivas, es la práctica más común para el control de las enfermedades en las aves. La inmunidad pasiva se usa frecuentemente para el control de la Enfermedad Infecciosa de la Bursa, la Encefalomielitis Aviar y la Anemia Infecciosa de los pollos. En el caso de Gumboro, los pollitos recién nacidos son muy susceptibles a la enfermedad, si no son vacunados en los primeros días de vida, razón por la cual la protección temprana es crítica. La desventaja de la inmunidad pasiva consiste en que resulta difícil determinar el momento óptimo para efectuar la inmunización activa en el caso de una parvada de pollitos que presentan diferentes niveles de anticuerpos maternales. Precisamente como consecuencia de esta situación muchas compañías que producen pollitos de 1 día vacunan esas aves, ya sea en la incubadora o en la granja, porque no confían única y exclusivamente en la presencia de anticuerpos maternales para proteger a los pollitos.
Origen de los anticuerpos maternales. Durante el paso del huevo a través del oviducto, los anticuerpos maternales (IgY o IgG) son secretados dentro del saco vitelino por los folículos secretores presentes en el tejido epitelial localizado en las paredes del oviducto de la gallina. Durante los últimos 5-6 días de desarrollo embrionario, momento en que el embrión absorbe la yema, ocurre la mayor absorción de IgG en el embrión. La IgA se ha detectado en el huevo, pero la cantidad transferida al suero sanguíneo del pollito es baja y regularmente no se detecta.
Respuesta inmune después de la vacunación
Existen varias pruebas serológicas usadas para determinar el efecto de la vacunación en las aves. La prueba de Elisa es una de las más comunes y prácticas que se utiliza ampliamente alrededor del mundo. Al momento de evaluar la respuesta serológica se recomienda sangrar idealmente un mínimo de 20 muestras por parvada siguiendo el programa de evaluación sugerido en las tablas presentadas. Desafortunadamente, por razones económicas, algunas compañías solo procesan 10 muestras por caseta o parvada, dificultando así una buena evaluación de la respuesta serológica. Los mayores problemas que se ven en el campo consisten en falta de información (compañías que no realizan pruebas) y paradójicamente, el exceso de información. Estas son las compañías que efectúan pruebas serológicas con tanta frecuencia que no pueden sacar conclusiones a partir de todas los resultados serológicos acumulados. En otras palabras, hacen las pruebas pero no organizan los resultados para poder realizar una buena interpretación.
A las 20-25 semanas se debe evaluar la uniformidad de los títulos (coeficiente de variación - CV) para determinar si las aves han sido vacunadas correctamente durante la etapa de crecimiento. Regularmente el nivel máximo de producción de anticuerpos después de inyectar una vacuna inactivada ocurre 4-6 semanas después de la aplicación. Al evaluar la uniformidad se puede determinar si las cuadrillas de vacunación realizaron un buen trabajo, por supuesto tomando en consideración que no hubo algún agente inmunosupresor afectando a las aves que pudiese interferir en la respuesta serológica normal de las aves.
Evaluación de la respuesta serológica en reproductoras
Existen diferentes programas de vacunación que se usan en reproductoras de pollos de engorde, lo que dependerá de la zona geográfica donde se encuentren localizadas las aves (desafió natural en la región). Es importante enfatizar que el programa de vacunación diseñado para las madres esta íntimamente correlacionado con el programa de vacunación a seguir en la progenie. A través de los años se ha demostrado que la respuesta serológica variará dependiendo del número de vacunas inactivadas aplicadas durante la etapa de crecimiento.
Por varios años el programa de vacunación estándar utilizado en re productoras de pollos de engorde en muchos países consistió en la utilización de varias vacunas vivas contra Newcastle, Bronquitis y Gumboro durante la etapa de crecimiento, seguido de una vacuna inactivada contra esas enfermedades, aplicada a las 18-20 semanas de vida. Este programa funcionó muy bien, pero se reportaba que los anticuerpos producto de esa única vacunación con vacuna inactivada comenzaban a caer después de las 40 semanas en el caso de la enfermedad de Gumboro y después de las 50 semanas para Newcastle y Bronquitis. Con el objetivo de evitar esa caída, los avicultores revacunaban a las 40 semanas aproximadamente para elevar esos títulos nuevamente y poder obtener una buena transferencia de anticuerpos maternales a la progenie.
El inconveniente de realizar la vacunación en el medio de la etapa de producción y su posible efecto negativo sobre la postura de huevo, motivó el diseño de programas de vacunación que contenían dos vacunas inactivadas en lugar de una sola durante la etapa de crecimiento. Con ese objetivo se aplicaron vacunas inactivadas a las 10 y 18-20 semanas, evitando que los anticuerpos cayeran después de las 40 semanas de edad. Posteriormente se han realizado otras modificaciones al programa de vacunación en Estados Unidos, tratando de disminuir la mano de obra utilizada. Con ese objetivo se han efectuado hasta dos vacunaciones simultáneas, en algunos casos ambas vacunas se aplican simultáneamente a las 15 semanas o a las 18 semanas.
En conclusión es necesario establecer una manera práctica de organizar los resultados de laboratorio para determinar el nivel de la respuesta serológica después de las vacunaciones. La realización de un plan de evaluación de la respuesta vacunal similar al sugerido en este artículo permitirá determinar si la vacunación ha sido exitosa.