El debate con relación al uso de los antibióticos promotores del crecimiento (APC) en el alimento de los animales para consumo humano se ha intensificado en los últimos años impulsado por grupos de activistas opuestos a la cría intensiva de animales que usan este pretexto, así como los de la seguridad de los alimentos, el bienestar animal y la contaminación ambiental para avanzar su causa, alarmar al público y finalmente imponer sus puntos de vista sobre el resto de la sociedad. En la opinión del autor, la meta final de de los grupos de activistas más extremistas es la de convertir a toda la sociedad al vegetarianismo. En general, los medios de comunicación y algunos políticos se han aprovechado de esta oportunidad para ganar un mayor número de televidentes y lectores o de votantes mediante los reportajes sensacionalistas y las propuestas legislativas para restringir su uso.
A pesar de que los APC se han usado por más de 50 años y a que los grupos opuestos a su uso han buscado incesantemente una prueba irrefutable de su culpabilidad, hasta donde tiene conocimiento el autor de este trabajo, hasta esta fecha no se ha podido asociar de manera directa, concluyente e irrefutable el deceso de un solo ser humano al uso de los APC. Contrario a la creencia popular, el uso los antibióticos conocidos como los promotores del crecimiento produce beneficios directos tanto para la salud animal, como la humana. Como se detallara con referencias científicas en este artículo, existen muchos beneficios derivados del uso de los APC en los alimentos para animales que se han documentado científicamente; como la prevención y control de las enfermedades entéricas, la producción de productos comestibles más seguros, un mejor bienestar animal, una mayor preservación y menor contaminación del medio ambiente, una mayor eficiencia de producción y un menor costo de producción que a su vez resulta en precios más bajos para los consumidores que pueden continuar disfrutando de una fuente abundante, segura y nutritiva de productos de origen animal.
Introducción
El debate sobre la inclusión de concentraciones bajas (partes por millón) de antibióticos en los alimentos de los animales de producción destinados al consumo humano se remonta al principio de su uso como aditivos alimenticios en la producción animal. Desde que el reporte de Swann se hizo público en Inglaterra en 1969, la práctica común de añadir concentraciones bajas de antibióticos al alimento de los animales se ha investigado aun más en cuanto a su potencial de crear resistencia (M.M. Swann, 1969). El reporte de Swann sugirió que no se usaran como promotores del crecimiento antibióticos de las mismas clases que se usan en la medicina humana, esto llevo al desuso de las tetraciclinas y penicilinas como promotores del crecimiento.
Más recientemente la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha hecho sugerencias similares pero ha estado más dispuesta a permitir que continúe el uso de los APC para los que los análisis de riesgo indiquen que no existe mayor riesgo (WHO, 2000). A través de los años se han llevado a cabo numerosas revisiones científicas para determinar si esta práctica constituye un riesgo significativo para la salud humana. La mayoría de las revisiones conceden que la práctica de administrar concentraciones bajas de antibióticos en el alimento a los animales para consumo humano puede resultar en el desarrollo de resistencia bacteriana y consecuentemente un riesgo teórico para los seres humanos que están en contacto con dichos animales o que consumen sus productos, de la misma forma que han señalado el riesgo teórico que constituyen para los humanos los animales de compañía o mascotas que se han tratado con antibióticos (NRC, 1998; Bezoen et.al., 1999; H. Cervantes, 2003-04; I. Phillips, et.al., 2004; IFT Expert Report, 2006).
Las revisiones también han concluido que el uso de antibióticos en humanos es la causa principal de los problemas de resistencia a los antibióticos que se confrontan en la medicina humana, y que la práctica de administrar concentraciones bajas en el alimento de los animales no constituye una amenaza inmediata o inminente para la salud pública, ya que dicha práctica se ha mantenido en existencia por más de 50 años y hasta esta fecha no se ha documentado un solo deceso que de manera directa, concluyente e irrefutable se conecte con su uso.
El argumento en contra
Los grupos de activistas opuestos al uso de antibióticos a concentraciones bajas o dosis subterapéuticas en los alimentos de las aves frecuentemente declaran que las empresas avícolas usan toneladas de antibióticos con el único propósito de mejorar la ganancia de peso y la conversión alimenticia de parvadas de pollos y pavos que de otra forma se encuentran completamente sanas. También con frecuencia declaran que las empresas avícolas continúan utilizando a los antibióticos como "muletas" para continuar criando parvadas de aves en condiciones de suciedad y mal manejo. Lo que estos grupos de activistas ignoran es que más de la mitad del total de las toneladas de antibióticos que la industria avícola consume anualmente pertenecen a una clase conocida como los "ionóforos poliéteres" que se usan primordialmente con el fin de prevenir la coccidiosis en parvadas de pollos y pavos de engorda, y de los cuales no existen equivalentes en la medicina humana (AHI, 2005). Hasta las autoridades Europeas con mayor aversión a todo tipo de riesgos han reconocido este hecho y hasta la fecha no han prohibido el uso de los antibióticos de la clase de los ionóforos para prevenir la coccidiosis en los animales de producción.
Otra cosa que los grupos de activistas ignoran es que los efectos benéficos de los antibióticos añadidos al alimento para la salud y el bienestar de las aves se han documentado científicamente en "aves sanas" criadas bajos condiciones ideales de higiene y manejo (E. Roura, et.al., 1992). Investigadores de la Universidad de California en Davis demostraron que los indicadores del estrés inmunológico, como los niveles séricos elevados de la interleukina-1 y cobre, y las concentraciones hepáticas elevadas de metalotioneina, se inducen fácilmente en los pollitos expuestos a un medio ambiente sucio o inyectándolos con un lipopolisacárido de Salmonella typhimurium.
Además observaron que los pollitos con indicadores elevados de estrés inmunológico tenían pesos menores y conversiones de alimento mayores a las de los que no tenían indicadores de estrés inmunológico elevados. En todos sus experimentos, los pollitos a los que se les administraron antibióticos a dosis bajas en el alimento tuvieron concentraciones significativamente menores de indicadores de estrés inmunológico, mayores pesos y menores conversiones. Curiosamente, los "pollitos sanos" criados en un ambiente muy higiénico y con excelente manejo también presentaron signos de estrés inmunológico (aunque menores a los de los criados en ambientes sucios o inyectados con lipopolisacárido de S. typhimurium), y la adición de concentraciones bajas de antibióticos a su alimento también los redujo y resulto en mejores pesos y conversiones lo que llevo a los investigadores a concluir que: "Fuimos capaces de reducir los signos de una respuesta inmunológica que tomaba lugar en ‘pollitos sanos’ criados bajo condiciones ideales de laboratorio mediante la adición de dosis bajas de antibióticos en el alimento, sugiriendo que una estimulación del sistema inmune de magnitud suficiente para impedir el crecimiento ocurre a lo largo de un amplio rango de condiciones sanitarias".
Finalmente, los grupos de activistas también ignoran que las empresas avícolas se esmeran por criar parvadas de aves bajo las mejores prácticas de manejo posibles ya que las parvadas sanas producen más y son más redituables.
La teoría y la realidad
La oposición de los grupos de activistas al uso de antibióticos en los alimentos para animales proviene de la preocupación de que se genere resistencia a los antibióticos y que ésta se transfiera al público consumidor por medio de la cadena alimenticia. Aunque en primera instancia, esta parece ser una preocupación razonable, un análisis más a fondo de los datos de resistencia a los antibióticos en las bacterias con mayores problemas de resistencia en medicina humana nos lleva a una conclusión diferente.
Por ejemplo, de las 20 bacterias con los problemas de resistencia a los antibióticos más serios, 12 de ellas de ninguna manera están relacionadas al uso de antibióticos en animales de producción para consumo humano ya que ninguna de ellas se puede adquirir por medio de la cadena alimenticia. De las 8 restantes, asumiendo que la transferencia de resistencia de animales a la gente ocurre (lo que no está comprobado en la mayoría de los casos), el porcentaje calculado de contribución a los problemas de resistencia en humanos en todos los casos es menor al 1%, y en la mayoría de los casos es menor al 0.5% (Bywater y Casewell, 2000). De igual forma los resultados del programa de vigilancia de resistencia antimicrobiana conocido como SENTRY que desde 1997 ha analizado patrones de resistencia a los antibióticos a nivel mundial tanto en humanos como en animales ha encontrado poca asociación significativa entre los patrones humanos y los animales (Jones y Turndige, 2003). De acuerdo a las declaraciones del Dr. Ron Jones (medico humano) los resultados de los datos recabados por el programa de vigilancia de resistencia antimicrobiana de SENTRY “claramente indican que no existe una correlación entre los patrones de resistencia en humanos y en animales, poniendo en duda la supuesta relación entre los problemas de resistencia en humanos y animales.” Sus conclusiones están respaldadas también por los resultados del Sistema Nacional de Vigilancia de Resistencia a los Antibióticos de EUA mejor conocido como el NARMS, que incluye datos de resistencia a los antibióticos de bacterias indicadoras obtenidas a partir de humanos por el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) y de animales por el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA), (NARMS, 2004).
La política: acontecimientos en Europa
Suecia fue el primer país de la Unión Europea (UE) que unilateralmente prohibió el uso de los APC en los animales de producción desde 1986. En esa época Suecia no era miembro de la UE. El modelo sueco fue después favorecido por otros países de Escandinavia como, Dinamarca y Finlandia. Cuando Suecia y Finlandia ingresaron a la UE en 1995, se les otorgaron excepciones especiales de las leyes de la UE para que pudieran continuar sus prohibiciones de los APC (P.E.V. Williams, 2001). Sin embargo, como las excepciones especiales de las leyes de la UE iban a caducar al final de 1998 y eran contrarias a las leyes de la UE que permitían el uso de los APC en el resto de los países miembros de la UE, los países Escandinavos pusieron presiones políticas para persuadir a la Comisión Europea de que adoptara las mismas leyes en cuanto al uso de antibióticos en el resto de los países miembros de la UE.
Conforme la presión de los países Escandinavos aumentaba para forzar a la Comisión Europea a cambiar sus leyes con relación al uso de los APC, la Universidad de Ghent en Bélgica llevo a cabo un análisis independiente para determinar la factibilidad de aplicar el modelo sueco en el resto de la UE (J. Viaene, 1997). Las conclusiones de este análisis no fueron favorables para el modelo Sueco ya que señalaron la perdida en los índices productivos y los aumentos en el costo de producción asociados con la prohibición de los APC. Este análisis también señalo el alto costo económico asociado con la prohibición caracterizado por un aumento en el consumo de alimentos, una menor eficiencia productiva y un mayor uso de antibióticos para tratamiento sin mejora medible en los problemas de resistencia a los antibióticos en los humanos.
El mismo reporte señalaba que la prohibición había causado un efecto negativo en el medio ambiente al incrementar el consumo de alimentos y agua, y la producción de desechos animales. También señalaba que el uso de métodos alternos usados para tratar de prevenir las enfermedades entéricas de los animales de producción, como la adición del oxido de zinc como aditivo alimenticio, había resultado en la contaminación del suelo con concentraciones altas de zinc, un metal pesado. El análisis también señaló que la UE enfrentaba competencia en las exportaciones de productos de origen animal de otros países y concluía que con los mercados de exportación abiertos para el comercio global, los productores Europeos deberían tener acceso a todas las herramientas disponibles para mejorar la productividad animal, incluyendo a los APC. Es importante recordar que todos los antibióticos clasificados como "promotores del crecimiento" que Suecia estaba cuestionando ya habían pasado una revisión muy estricta durante el proceso regulatorio de aprobación por la UE en cuanto su eficacia e inocuidad para la salud animal, humana y el medio ambiente.
Ya que existía desacuerdo entre Suecia y Bélgica del análisis del modelo Sueco, la Comisión Europea le pidió al Comité Científico para la Nutrición Animal, conocido como el SCAN (del Ingles), que revisara toda la información existente y emitiera una recomendación. El SCAN se estableció en 1976 como un comité científico consejero de la Comisión de la UE en asuntos pertinentes al uso de aditivos alimenticios en animales destinados para el consumo humano. El SCAN está integrado por un grupo de científicos reconocidos como expertos de varios países miembros de la UE y nominados para servir en el SCAN por su reconocida excelencia como científicos. El SCAN estuvo de acuerdo con las predicciones del análisis belga, no el sueco.
Las prohibiciones de antibióticos de la UE:
Avoparcina
En 1997, la UE prohibió el uso de la avoparcina, un aditivo antibiótico usado extensamente en alimentos de animales destinados para el consumo humano con el fin de mejorar la productividad y, en el caso de los pollos de engorda, prevenir la enteritis necrótica. La prohibición se llevó a cabo en contra de la recomendación del Comité Científico para la Nutrición Animal (SCAN, 1996). El uso de este antibiótico en animales destinados para consumo humano se prohibió porque pertenece a la clase de los glucopéptidos. Otro antibiótico considerado de uso crítico en la medicina humana es la vancomicina, este antibiótico también pertenece a la clase de los glucopéptidos y los estudios han demostrado que animales que consumen alimentos suplementados con avoparcina producen enterococos resistentes a los antibióticos pertenecientes a la clase de los glucopéptidos (DANMAP, 1997).
Otras pruebas también han demostrado que estos enterococos resistentes a los glucopéptidos pueden aislarse a partir de la carne cruda de animales que consumieron alimentos suplementados con avoparcina antes del sacrificio (P.R. Chadwick, et. al, 1996). La preocupación por la posible transmisión de enterococos resistentes a los glucopéptidos de los animales a los seres humanos por medio de la cadena alimenticia es lo que condujo a la prohibición de la avoparcina como aditivo alimenticio en la UE. La prohibición se implementó haciendo uso del principio precautorio.
Cuando se analiza la prevalencia de enterococos resistentes a la vancomicina, conocidos por las siglas VRE (del inglés), que son los que causan con mayor frecuencia infecciones mortales en pacientes hospitalizados, la prohibición de la avoparcina no puede justificarse. Esto se debe a que las infecciones por VRE son mucho más comunes en los hospitales de los Estados Unidos de América (EUA) que en los hospitales de la UE (I. Phillips, 1999; J. Acar, et. al., 2000), y ya que la avoparcina jamás ha sido usada como aditivo alimenticio en animales en EUA, debemos concluir que el 100% del problema con VRE de EUA ha sido causado por el uso de la vancomicina en humanos. Obviamente, una prohibición de los APC en EUA no haría nada para remediar el grave problema de las infecciones por VRE. Aunque estudios efectuados en Europa han demostrado que los VRE pueden aislarse a partir de las heces tanto de humanos como de animales sanos, la prevalencia relativamente baja de infecciones por VRE en pacientes hospitalizados de la UE sugiere que sin el uso sustancial de la vancomicina en medicina humana, el problema de las infecciones por VRE sería insignificante (I. Phillips, 1999; I. Phillips, et. al., 2004).
Dos años después, la UE prohibió el uso de otro grupo de antibióticos que se usaban a niveles bajos en el alimento de los animales de consumo para mejorar la productividad animal, y en el caso de los pollos de engorda, también para prevenir la enteritis necrótica. Esta vez se prohibió el uso de la bacitracina, espiramicina, tilosina y virginiamicina, nuevamente la prohibición se implementó en contra de la recomendación del SCAN manifestando preocupación por la diseminación de gérmenes resistentes a los antibióticos por medio de la cadena alimenticia e invocando el principio precautorio (SCAN, 1998).
Virginiamicina
Otro antibiótico que se prohibió en la UE en 1999 como aditivo alimenticio fue la virginiamicina (H. Cervantes, 2006). Este antibiótico pertenece a la clase de los estreptograminos, y como en el caso de la avoparcina, la preocupación sobre la resistencia cruzada con un antibiótico nuevo para el tratamiento de las infecciones por Enterococcus faecium-resistente a la vancomicina o VREF (del Ingles) en medicina humana perteneciente a la misma clase, la quinupristina-dalfopristina (Q-D), condujo a que las autoridades de la UE prohibieran su uso como aditivo alimenticio, en contra de la recomendación del SCAN (SCAN, 1998) e invocando de nuevo el principio precautorio.
Sin embargo, un estudio de susceptibilidad muy amplio que incluyó muchos aislamientos de casos clínicos de varios centros médicos de Canadá y EUA antes de que comenzara a usarse el Q-D en Norteamérica encontró que de más de 1,000 aislamientos clínicos de E. faecium que se estudiaron mediante pruebas de susceptibilidad, el 99.8% fueron susceptibles al nuevo antibiótico (R.N. Jones, et. al., 1998). Por lo tanto, este estudio demostró que después de casi 3 décadas de uso continuo de la virginiamicina como aditivo de alimentos para animales destinados al consumo humano en Norteamérica, virtualmente no se encontró evidencia alguna de la existencia de E. faecium-resistente a estreptograminos o SREF (del Ingles) en la población humana.
Estos resultados no son sorprendentes ya que la carne se cocina antes de ser consumida y la temperatura alta a la que se somete durante su preparación destruye a todas las bacterias que pudieran haberla contaminado, y las bacterias muertas no transmiten resistencia a los antibióticos. La importancia de la higiene del alimento y su cocimiento adecuado antes del consumo ha sido destacada por los expertos como quizás la forma más efectiva de prevenir no solo la transmisión de bacterias resistentes a los antibióticos sino también para la prevención de casos de intoxicaciones alimenticias en humanos (I. Phillips, et. al., 2004).
Otro estudio publicado en el “New England Journal of Medicine” (L.C. McDonald, et. al., 2001) diseñado específicamente para comprobar la ocurrencia de la transmisión de SREF de productos de origen animal a humanos, fracasó. Entre julio de 1998 y junio de 1999, los investigadores hicieron aislamientos de E. faecium a partir de 407 pollos crudos provenientes de 26 supermercados en 4 estados de EUA y encontraron una incidencia de SREF del 58.2%. Los aislamientos de E. faecium fueron considerados resistentes si la concentración inhibitoria mínima (CIM) era mayor o igual a 4 ppm. Los autores atribuyeron el alto nivel de resistencia encontrado en los pollos crudos al uso de la virginiamicina. Durante el mismo periodo los investigadores también realizaron pruebas de susceptibilidad en 334 aislamientos de E. faecium provenientes de las heces de pacientes de varios centros médicos de los mismos 4 estados. En contraste al nivel significativo de resistencia que se encontró en los aislamientos de los pollos crudos, solo 2 muestras de heces de los pacientes (0.6% del total de muestras) produjeron aislamientos de SREF. Vale la pena mencionar que ambos aislamientos tuvieron una CIM de 4 ppm (el mínimo requerido para considerarlos resistentes), reportado por los autores como resistencia de “nivel bajo”.
Estos resultados concuerdan bien con los de un estudio más reciente, también diseñado específicamente para demostrar la transferencia de los SREF de los pollos de engorda a los seres humanos, que también fracasó (A.L. Kieke, et. al., 2006). Este estudio comparó la prevalencia de SREF entre 567 pacientes de hospital, 100 vegetarianos sanos, 160 muestras de supermercado de pollos crudos criados con antibióticos y 26 muestras de supermercado de pollos crudos criados sin antibióticos. Se aislaron Enterococcus faecium de 105 pacientes (105/567 = 18.5%), 65 vegetarianos (65/100 = 65%), 77 pollos criados con antibióticos (77/160 = 48.1%) y 23 pollos criados sin antibióticos (23/26 = 88.5%). Como en el estudio anterior, los investigadores no encontraron SREF en ninguna de las muestras de humanos mientras que encontraron SREF en un 56% de los pollos criados con antibióticos, indicando que no se detecto transmisión de SREF de pollos a consumidores. Aun mas, se aislaron E. faecium de una proporción mayor de vegetarianos que de consumidores que declararon consumir pollo de manera regular (65 vs. 18.5%) y también de una mayor proporción de pollos criados sin antibióticos que de pollos criados con antibióticos (88.5 vs. 48.1%).
No satisfechos con estos resultados, los investigadores procedieron a cuantificar lo que denominaron "la resistencia inducible" de los aislamientos de E. faecium de todos los grupos, primero incubando los aislamientos en un medio de cultivo convencional y después transfiriendo una muestra durante la fase de crecimiento logarítmico a un caldo de cultivo suplementado con 0.25 mcg/ml de virginiamicina, a donde los cultivos se incubaron por 24 horas más. Después de dicho periodo, la densidad bacteriana se reajusto en un caldo de cultivo fresco que se había suplementado con 8 mcg/ml de quinupristina-dalfopristina (Q-D) a donde los cultivos se incubaron por otras 24 horas. El nivel de "la resistencia inducible al Q-D" se expreso como crecimiento relativo, comparando la densidad óptica del cultivo pre-expuesto a la virginiamicina y posteriormente desafiado con Q-D con la del mismo cultivo sin pre-exposición a la virginiamicina antes del desafío con Q-D.
Por medio de esta serie de manipulaciones, los autores construyeron un producto medible que, a su juicio, sugirió un nivel de resistencia inducible mayor entre los aislamientos provenientes de las muestras de los pollos criados con antibióticos. Los mismos autores del estudio reconocieron y admitieron algunos problemas serios con el diseño y la interpretación de su estudio. Por ejemplo, la comparación de pacientes de hospital con vegetarianos sanos no es una comparación válida, ni representa al mayor segmento de la población que serían los consumidores sanos que consumen carne regularmente. Los investigadores también admitieron que, "Aunque el análisis de multivariables compensó por muchos factores, pueden haber ocurrido errores, y otros factores asociados con el vegetarianismo pueden haber contribuido a las asociaciones observadas". Básicamente, el estudio uso asociaciones estadísticas para un índice altamente artificial de resistencia inducible para alcanzar una conclusión que implicaba al pollo como un posible riesgo de resistencia, a pesar de que los resultados claramente mostraron que no hubo SREF en ningún paciente y que el riesgo de que se aislara E. faecium fue menor entre los pacientes que declararon consumir pollo de manera regular que en los vegetarianos, y también menor en los pollos criados con antibióticos que en los criados sin antibióticos.
La falta de transmisión y colonización de los SREF de los animales en los humanos no es sorprendente ya que varios investigadores han demostrado que debido a que existe especificidad de huésped los enterococos de los animales no infectan a los humanos y viceversa (R.J.L. Willems, et.al., 2000; T.L. Sorensen, 2001). Además, estos hallazgos también concuerdan bien con los de otros investigadores que han demostrado que los enterococos responsables por las infecciones de hospital resistentes a la vancomicina (los VRE) son genéticamente diferentes y pertenecen a un linaje único (L.B. Rice, et.al., 2003).
La ciencia: análisis de riesgo
Se han llevado a cabo dos análisis de riesgo de la virginiamicina (H. Cervantes, 2006). Un análisis de riesgo cuantitativo concluyó que el riesgo de continuar usando la virginiamicina como aditivo alimenticio en animales destinados al consumo humano es prácticamente inexistente, asumiendo que la transmisión de las bacterias resistentes a los antibióticos de productos de origen animal al ser humano ocurre (una suposición no comprobada en este caso), se salvaría menos de una vida en la población entera de todos los EUA sobre un periodo de 15 años y que el riesgo está disminuyendo rápidamente por el mayor uso de otros antibióticos mas nuevos como alternativa a la Q-D (L.A. Cox, Jr. y D.A.Popken,2004). La FDA también completó su propio análisis de riesgo y también concluyo que el riesgo de continuar usando la virginiamicina es muy pequeño (www.fda.gov/cvm/antimicrobial/SREF_RA_FinalDraft.pdf). A pesar de que el análisis de riesgo de la FDA fue cualitativo en vez de cuantitativo, también concluyó que con una atribución asumida de un 10% a la cadena alimenticia, el riesgo promedio para un miembro hospitalizado al azar de la población de EUA, el segmento más importante de la población “en riesgo”, de sufrir una infección por SREF causada por el uso de la virginiamicina en animales y que pudiera resultar en falla de tratamiento con Q-D, fluctúa entre 6 posibilidades en 100,000,000 y 1.2 posibilidades en 1,000,000 por año.
Para presentar una perspectiva de comparación sobre riesgo, se incluye el ejemplo siguiente que proviene de un artículo publicado sobre el análisis de riesgo del uso de fluoroquinolonas en ganado bovino productor de carne (S.A. Anderson, et. al., 2001). Un análisis estimó que el riesgo de que una persona al azar de la población de EUA pudiera morir a consecuencia de una infección por Campylobacter jejuni resistente a las fluoroquinolonas ocasionado por el consumo de carne de bovino contaminada, fue de 1 posibilidad en 250,000,000. En comparación con este riesgo, en cualquier año al azar, una persona corre un riesgo 567 veces superior de morir en un accidente aéreo y 14,284 veces superior de morir en un accidente automovilístico.
Debido a todo lo anterior y al análisis exhaustivo de muchos otros trabajos científicos publicados, un grupo de expertos concluyó que: “Hay de una muy escasa a ninguna evidencia de que los enterococos resistentes de los animales sean un riesgo para la salud humana, y que la prohibición de los antibióticos promotores del crecimiento no se justificó con esta base, y que no tendrá ningún impacto sobre la prevalencia de las infecciones por VRE en los seres humanos” (I. Phillips, et. al., 2004).
Las prohibiciones finales
Con fecha del 1º de enero del 2006, se prohibió el uso de los últimos antibióticos clasificados como promotores del crecimiento que todavía existían en Europa, estos fueron; la avilamicina, el flavofosfolipol o bambermicina, la monensina y la salinomicina. Cabe mencionar que el uso anticoccidiano de la monensina y salinomicina todavía no se ha prohibido (solo como promotores del crecimiento) aunque se está investigando la posibilidad. También vale la pena mencionar que estos últimos antibióticos que se prohibieron ni siquiera tienen equivalentes en la medicina humana, pero nuevamente la Comisión Europea hizo uso del principio precautorio para implementar la prohibición.
Consecuencias en la UE
En la EU se aplica un estándar doble ya que la mayoría de los animales de producción no se crían “libres de antibióticos” sino solamente sin los APC. Con toda probabilidad el sistema más completo y de mayor antigüedad de registros del uso de antibióticos y desarrollo de resistencia a los mismos es el banco de datos de Dinamarca conocido como DANMAP (1997-2007), consecuentemente, datos de estos reportes serán citados para ilustrar los resultados y conclusiones.
Como se menciono anteriormente, la falta de uso profiláctico de antibióticos añadidos al alimento a propiciado una prevalencia más alta de brotes de enfermedades entéricas en los animales de producción, lo cual a su vez a resultado en el uso más frecuente de los antibióticos con fines terapéuticos, desafortunadamente los antibióticos usados para el tratamiento pertenecen a las clases que se recetan más frecuentemente en la medicina humana en comparación a los que usaban como promotores en el alimento antes de las prohibiciones.
Como varios grupos de expertos han señalado (M. Casewell, et. al., 2003; I. Phillips, et. al., 2004; IFT Expert Report, 2006), y como ha quedado claro por los continuos aumentos anuales en la cantidad de antibióticos recetados a los animales de producción en Dinamarca a donde se consumieron 57,300 Kg. de antibiótico puro el primer año después de las prohibiciones de los promotores del crecimiento, mientras que en el último año reportado se consumieron 121,100 Kg. de antibiótico puro (DANMAP, 1998-2007). Estas cifras corresponden a un incremento del 101% y es debido en su totalidad a un aumento en la cantidad recetada de antibióticos para tratamiento de animales enfermos (Grafica # 1). En contraste, durante el mismo periodo la población de animales de producción y la producción total de carne de Dinamarca ha permanecido prácticamente estable (Grafica # 2). Calculando los kg. de carne producida cada año después de las prohibiciones de los APC y dividiéndolas por el total de miligramos de antibiótico puro consumido podemos ver que ha habido un aumento del 90% en el consumo de antibióticos por kg. de carne producida (Grafica # 3). Entonces, está quedando cada vez más claro, que el uso de los APC se acompañaba de otros beneficios profilácticos y promotores de la salud, anteriormente no identificados.
El enfoque a los animales de producción
De los resultados previamente expuestos, queda claro que aun y cuando uno asuma que la transferencia de la resistencia a los antibióticos de los animales a los humanos ocurre (una suposición no comprobada “in vivo” en la mayoría de los casos), el potencial de contribución de los animales de producción al problema total de la resistencia a los antibióticos es de mínimo a inexistente. Por otra parte, una encuesta de una comunidad llevada a cabo por investigadores de Gales y publicada en el “British Medical Journal” que comprendió dos años demostró claramente la correlación existente entre la práctica de recetar antibióticos y la resistencia a los mismos en pacientes de la misma comunidad (J.T. Magee, et.al., 1999). El número de recetas prescritas al año por cada 1,000 habitantes produjo prácticamente una imagen de reflejo en espejo cuando se comparo con el promedio de resistencia en bacterias aisladas de muestras quirúrgicas tomadas en el hospital de la misma comunidad. En todos los casos, mientras mas alto el número de recetas prescritas para un antibiótico, mas alto el promedio de resistencia encontrado en las bacterias aisladas a partir de las muestras quirúrgicas de los habitantes de la misma comunidad.
Por lo tanto, es inexplicable porque en su gran mayoría el debate sobre el uso de antibióticos se ha centrado sobre su uso en los animales de producción. Claramente, como muchas de las revisiones científicas indican y aun con la admisión de la OMS, la receta de antibióticos por los médicos que practican la medicina humana es la fuerza que impulsa y genera los problemas de la resistencia a los antibióticos en los seres humanos. También indiscutiblemente, de las dos distintas poblaciones de animales, los de consumo y los de compañía, y como ha sido señalado por otros (D.A. Barber, 2001; S. Simjee, 2002; D.A. Barber, et.al., 2003; H. Cervantes, 2003-04), los animales de compañía o mascotas son una fuente mucho más probable de transferencia de resistencia a los antibióticos para los seres humanos que los animales de consumo.
Los caninos, felinos y otros animales de compañía o mascotas se tratan muchas veces con los mismos antibióticos que se usan diariamente en la medicina humana con de muy poca a nada de supervisión por alguna agencia reguladora, de manera muy similar a como los recetan los médicos en la práctica de la medicina humana. En cualquier periodo que se examine, los seres humanos y los animales de compañía consumen en promedio 10 veces más antibióticos por unidad de peso que los animales de producción (D. Barber, 2001) y además en muchos casos viven dentro de las casas de sus dueños, con todos los riegos que esto implica. Es por lo tanto muy difícil comprender porque los activistas, los científicos que favorecen su punto de vista y los políticos que los apoyan están más interesados en restringir el uso de antibióticos en los animales destinados para el consumo humano que en supervisar el uso de estos en los médicos veterinarios que practican con las pequeñas especies o en los médicos que practican la medicina humana.
Uno tiene que preguntarse si existen otros factores, tales como el temor a enfrentarse con la Asociación Americana de Médicos (AMA) o la Asociación Americana de Médicos Veterinarios (AVMA) o con la bien reconocida relación emocional que existe entre las personas y sus mascotas, que causan que el debate sobre el uso de antibióticos y la creación de resistencia a estos continué limitándose principalmente a su uso en los animales de producción.
Resultados de la prohibición
Como se esperaba, la prohibición de uso de antibióticos en los alimentos de los animales han resultado en niveles de resistencia sustancialmente menores para el antibiótico correspondiente en las bacterias indicadoras aisladas a partir de productos crudos de origen animal. Esto no debería sorprender a nadie, ya que con contadas excepciones, el uso de un antibiótico generará resistencia a ese antibiótico, ya sea que se use en animales o en humanos.
Sin embargo, lo que los resultados de los reportes del programa DANMAP muestran es que las mejoras observadas en las bacterias indicadoras aisladas a partir de productos crudos de origen animal no se han reflejado en una mejora correspondiente en los problemas de resistencia en la medicina humana (M. Casewell, et.al., 2003; DANMAP, 2007; H. Goosens, et.al., 2003; I. Phillips, et.al., 2004). El último reporte publicado por DANMAP (2007) señala que el consumo de antibióticos y los problemas de resistencia a éstos han continuado aumentando tanto en humanos como en animales. A más de una década de las prohibiciones de los APC está quedando cada vez más claro que el objetivo más importante no se ha cumplido.
Consecuencias:
Salud y productividad animal
Investigadores del Instituto Veterinario Nacional de Oslo, Noruega (Loveland y Kaldhusdal, 2001), reportaron problemas severos de productividad en parvadas de pollos de engorda con incidencia alta de hepatitis asociada al Clostridium perfringens (HACP). Estos investigadores analizaron resultados de producción de parvadas de pollo de engorda tomados del matadero más grande de Noruega con el objeto de comparar los resultados de productividad de parvadas de pollo con incidencia alta de HACP con los de parvadas de pollo con incidencia baja de HACP. Este estudio retrospectivo comprendió los primeros dos y medio años después de la prohibición de la avoparcina, el primer antibiótico usado en alimentos para animales que se prohibió en la UE.
Este estudio demostró que las parvadas de pollo con incidencia alta de HACP tuvieron un margen de utilidad entre un 25 a un 43% menor al de las parvadas de pollo con incidencia baja de HACP. Los investigadores concluyeron que las causas principales de los menores márgenes de utilidad fueron un deterioro de la conversión alimenticia y menores pesos al final del ciclo productivo. Coincidentemente, investigadores del mismo Instituto habían reportado anteriormente que los principales efectos adversos de la enteritis necrótica subclínica fueron precisamente una elevación de los índices de conversión alimenticia y un deterioro de la ganancia de peso (Kaldhusdal y Hofshagen, 1992).
Por lo tanto, después de las prohibiciones, ha quedado cada vez más claro que los antibióticos que se añadían rutinariamente al alimento de los pollos, como la avoparcina y la virginiamicina, servían para prevenir tanto la enteritis necrótica clínica como la subclínica, aún y cuando se incluyeran en el alimento a concentraciones consideradas como “promotoras del crecimiento”, lo cual está de acuerdo con las observaciones reportadas por otros investigadores (I. Phillips, et.al., 2004). Con toda probabilidad muchos casos de enteritis necrótica subclínica pasan desapercibidos y sin tratarse en la UE anualmente.
Salud humana
Una de las consecuencias de la prohibición de la UE sobre el uso profiláctico de antibióticos en alimentos para animales destinados para el consumo humano pudiera tener un efecto adverso aún mayor sobre la salud pública. Investigadores Belgas (F.V. Immerseel, et.al., 2004) indican que después de las prohibiciones impuestas por la UE, la incidencia de las enfermedades asociadas al C. perfringens en las aves y su detección en la carne de aves ha aumentado sustancialmente y está surgiendo como una amenaza real para la salud pública. Según estos investigadores, las toxinas formadas por el C. perfringens tipos A y C en la carne de ave pueden causar intoxicación alimenticia y enteritis necrótica en humanos, respectivamente.
De acuerdo con los datos del reporte disponible mas reciente del programa de vigilancia Danés (DANMAP, 2007), “el uso de antibióticos tanto en humanos como en animales y el desarrollo de bacterias resistentes a estos continuó aumentando”. Mientras tanto, el uso de antibióticos con fines terapéuticos en animales para consumo humano ha continuado aumentando cada año desde que se instituyeron las primeras prohibiciones, de 57,300 kg. de antibiótico puro el primer año después de las prohibiciones hasta 121,100 kg. en el año 2007 (Grafica # 1).
También se ha reportado que concentraciones de varios antibióticos y anticoccidianos del tipo ionóforo similares a las que se usan en los alimentos para aves para mejorar la productividad y prevenir la enteritis necrótica tuvieron un efecto inhibidor sobre la transferencia de un plásmido que confiere resistencia múltiple a la E. coli en un sistema de prueba in-vitro (J.J. Mathers, et.al., 2004).
Conclusiones
Como se ha documentado en esta revisión la evidencia de que el uso rutinario de los APC en el alimento de los animales destinados para el consumo humano ha contribuido a los problemas de la resistencia a los antibióticos en la medicina humana es de muy escasa a inexistente.
La UE prohibió el uso de los APC en el alimento de los animales de producción. Casi inmediatamente esta acción fue seguida por un aumento significativo en los problemas causados por las enfermedades entéricas. Este aumento significativo en la incidencia de las enfermedades entéricas de los animales de granja a su vez ocasionó un aumento sustancial en el uso de antibióticos a niveles terapéuticos. Desafortunadamente, los antibióticos que se usaron para tratar a los animales de producción pertenecen a las mismas clases de antibióticos que son empleados con mayor frecuencia en la medicina humana. Como consecuencia, la prohibición de antibióticos es muy probable que haya creado más problemas de resistencia a los antibióticos en humanos de lo que pudieran haber contribuido los APC originalmente.
El aumento sustancial en el uso de antibióticos en los animales de producción después de la prohibición de los APC ha comprobado claramente que el uso previo de estos tenía efectos de promoción de la salud y preventivo de enfermedades entéricas, aun y cuando se incluyeran en los alimentos a concentraciones consideradas como para “promoción del crecimiento”. Por lo tanto, los APC deberían más bien considerarse como “promotores de la salud”, el mejor desempeño de las parvadas de pollo suplementadas de forma rutinaria con dosis bajas de antibióticos en el alimento es debido al control del crecimiento de bacterias indeseables y sus toxinas, como el C. perfringens, consecuentemente el mejor estado de salud intestinal resulta en mejores tasas de crecimiento y utilización del alimento (Stutz y Lawton, 1984).
Aunque las prohibiciones del uso rutinario de antibióticos impuestas por la UE han logrado el objetivo de disminuir la prevalencia de resistencia a los antibióticos correspondientes en las bacterias indicadoras aisladas a partir de las carnes crudas, esta mejora no se ha reflejado en el objetivo principal que era el de disminuir de manera detectable los problemas de resistencia a los antibióticos en la medicina humana. De hecho, estos problemas han continuado aumentado aun mas después de 10 años de haber implementado las prohibiciones de los APC.
Mientras que la incidencia de las intoxicaciones alimenticias en la población de EUA continua disminuyendo, en la población de la UE ha continuado aumentando, por lo menos las ocasionadas por cierto tipo de bacterias como la Salmonella spp., el Campylobacter spp. y el C. perfringens. Por lo tanto, está quedando cada vez más claro que las prohibiciones del uso de antibióticos clasificados como “promotores del crecimiento” no han resultado en productos de origen animal más seguros.
Existe ahora mismo una propuesta legislativa en el senado y la cámara de representantes de EUA enfocada a restringir el uso de los APC (S-619; HR-1549), en el Estado de California se ha introducido independientemente una propuesta similar (SB 416). Dadas las consecuencias observadas después de las prohibiciones de los APC en la UE, el resto del mundo, y los EUA en especial, deberían aprender de dicha experiencia y continuar con precaución y solo tomar decisiones con base en resultados científicos y análisis de riesgo cuantitativos, en vez de imponer prohibiciones que pudieran tener efectos opuestos a los deseados.
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